Normalización
Montserrat Caballero, presidenta municipal de Tijuana, llamó la atención de la opinión pública nacional y de algunos lugares del extranjero, al declarar a los criminales: “que cobren las facturas a quienes no les pagaron lo que les deben, no a las familias”. La frase admite varias interpretaciones. Una de ellas: normaliza el cobro de piso y la extorsión. No soloaceptaesasprácticas,sinoquejustifica que los criminales asesinen (así cobran ellos las facturas) a los ciudadanos que no se dejan extorsionar.
La funcionaria no rectificó ni aclaró esta declaración, hecha el 13 de agosto. Mario Delgado, el dirigente nacional de Morena, sí: la consideró desafortunada. Peroaprovechóparacriticarlascríticasa la desafortunada afirmación.
El contexto de la misma son un conjunto de actos criminales en Tijuana y varias ciudades del país, en los estados de Chihuahua, Jalisco, Guanajuato. Quema de vehículos en la vía pública y asesinatos, al parecer al azar. Aquí también las interpretaciones varían, desde quien ve en estos actos protestas de los criminales por los intentos de apresar a sus líderes, hasta una estrategia del gobierno para apoyar la militarización de la Guardia Nacional.
En Zacatecas, en un curso de verano, policías adiestran a los niños para casos de balaceras: tirarse al suelo y empezar a cantar.
Los dichos de Tijuana y los hechos de Zacatecas suenan a claudicación, a aceptación de la violencia delictiva. Cuando
“Normaliza la extorsión (...) Se justifica que los criminales asesinen”
en marzo del año pasado el jefe del ComandoNortedeEstadosUnidosdeclaró que grupos criminales operaban en el 30 o35%delterritorionacional,parecióuna exageración excesiva. Con lo que vemos ahora no es tan claro que así sea.
Todo apunta a que tenemos un Estado fallido en algunas áreas del territorio nacional. Y que hasta las autoridades lo ven con resignación, o como algo natural: cóbrenles a los que les deben, pero nada más a ellos. Entrenemos a nuestros niños para que se protejan en casos de balaceras; hay que contar con ellas.
Las manifestaciones de violencia referidas son la punta del iceberg. La cotidianidad de las zonas donde el cobro de piso llega a ser habitual debe ser terrible. Trabajar para los delincuentes. Mermar los ingresos ya de por sí escasos. Vivir con miedo: los homicidios y los secuestros son habituales.
Y nuestros políticos parecen más preocupados en mantener su poder que en gobernar.