Mexicali: del picadero a la sala de consumo seguro
Integración Social Verter ofrece un espacio para que los adictos eviten lugares sucios y materiales potencialmente infectados; reportan 10 sobredosis por fentanilo al día
ALeonor y a su pareja los deportaron de Estados Unidos hace 10 años, ya para entonces se inyectaban heroína. De aquel tiempo a la fecha, no hay un solo día en que Leonor no se “chute” la sustancia cafesosa por las venas. Es la única forma, dice, para “curarse” el síndrome de abstinencia que se ha vuelto más difícil de domar. La razón: la heroína que consume ya no es pura. Ahora llega combinada con fentanilo, un opiáceo 10 veces más potente.
Quien detectó esta mezcla mortífera fue Integración Social Verter, hace dos años. Verter es la única organización en Latinoamérica que cuenta con una sala Consumo Seguro, un programa para que usuarios de drogas inyectables eviten los lugares sucios, los materiales potencialmente infectados y, sobre todo, las sobredosis. “Desde 2019 hemos atendido más de mil casos”, cuenta Lourdes Angulo, directora y fundadora.
En promedio, en Mexicali se registran 10 sobredosis al día. La tarea de Verter, dice Angulo, es reducir los riesgos: “La reducción de daños se centra en la persona, promovemos el derecho de las personas a consumir cualquier sustancia desde las conductas saludables. Aquí se respeta que quieran o no consumir”.
Además de la sala Consumo Seguro, Verter entrega pipas limpias, jeringas nuevas y parafernalia para preparación y consumo, además de preservativos. “Cuando tienes intervenciones de reducción de daños está comprobado que puedes ofrecer una terapia de sustitución de drogas o un tratamiento alterno”, dice Said Slim, coordinador de proyectos y también fundador de Verter. “Sin ese chance, las personas siguen siendo invisibilizadas”.
Esas poblaciones vulnerables son personas en situación de calle, trabajadoras sexuales y migrantes. Como el zacatecano Héctor, también deportado: “Si no tienes medicamento (el síndrome de abstinencia) es duro, doloroso. Te dura el insomnio bastante tiempo, hasta un mes. Es un proceso feo. Me miro y digo que es la última”.
Según Said, los consumidores de heroína no confían en hospitales ni en los centros de atención, “porque tienen las mismas políticas de discriminar, de pensar que las personas solo pueden recibir tratamientos si dejan las drogas. Aquí pensamos diferente”.
Verter es la única institución en Mexicali que ha logrado identificar la llegada del fentanilo. Lo ha hecho a través de pruebas rápidas que aplican a las drogas. Su colaboración con agencias internacionales que intentan parar la crisis de salud pública que ha provocado el uso de fentanilo, le ha permitido a Verter acceder a un medicamento clave para evitar muertes por sobredosis: la naloxona, una sustancia inyectable que combate los efectos del fentanilo, cuyo mercado interno, dicho sea de paso, se lo disputan los cárteles de Sinaloa y de Jalisco.
A la naloxona no tienen acceso ni los gobiernos ni la Cruz Roja. “Andamos buscando quién nos apoye con el medicamento para contrarrestar al fentanilo y la heroína”, pide Julio César Ramírez, el coordinador local de la Cruz Roja. “Cada día hay más personas con sobredosis. No tenemos apoyo del gobierno en esto”.
La Cruz Roja, junto con ONG, ha asumido las responsabilidades como primeros respondientes que ninguna autoridad toma en sus manos. El ayuntamiento de Mexicali no tiene un programa para combatir la crisis por sobredosis. MILENIO pidió una entrevista con la alcaldesa Norma Bustamante y su oficina de prensa dijo que el tema no les corresponde, sino al gobierno del estado.
“En vez de salir adelante, una se va hundiendo y ya no quiero”, dice Leonor desde un picadero clandestino. Su primera vez sintió muchas ganas de vomitar. Sudó. “Di el azotón”. La reanimaron. “Después quise más y más”.