Herejías /II
Ante el terminante recuento negativo que Herejías despliega sobre López Obrador y su gobierno, es posible interponer otro recurso lógico: “Sí pero no”. Admitir su razón relativa, porque toda interpretación siempre es un punto de vista, pero incorporar a la consideración del fenómeno lo que no se toma en cuenta o se percibe mediante una perspectiva parcial. El único medio epistemológico para establecer la verdad es la prueba de la demostración, y aunque el rigor documental de Herejías y su buena prosa (una manifestación de la exactitud) podrían entenderse así, José Luis Martínez S. —entrañable amigo, hombre de letras, excepcional editor cultural— aborda el tema desde una convicción ideológica. Mostrar no es demostrar.
Lo que sí. AMLO parece estar imbuido de una misión providencial más que convencido de una función presidencial. La historia es un registro posterior pero él ya se ha designado a sí mismo como parte de las transformaciones axiales de este país. No acepta críticas, no reconoce errores y no
AMLO parece estar imbuido de una misión providencial más que convencido de una función presidencial
deja de hablar. El silencio no es un espacio que conozca o frecuente. Su constante decir resulta una táctica política que él ha llevado a la inagotabilidad. Su habitual dicotomía maniquea (ellos/nosotros, conservadores/liberales, fifís/chairos) ha fomentado una rijosidad excesiva y una división innecesaria. Existen zonas en su gobierno como la cultura, la educación, el trabajo, el medio ambiente o la procuración de justicia confiadas a funcionarios por debajo de la tarea, cuyo valor no son las capacidades profesionales sino la lealtad personal. Se enreda con personajes y chismes cuya trivialidad y pequeñez no debieran merecerle atención desde su investidura. Ha decepcionado a muchos de sus votantes de clase media, intelectuales, universitarios y científicos, al feminismo y los ecologistas. Nunca dirá: me equivoqué.