La gente sencilla de la Edad Media
Mi preferencia a las lecturas medievales comenzaron mucho antes de que impartiera los seminarios en una que otra institución de humanidades. A veces suelo “transcribirme” propositivamente al tocar el tema. Me atraían las construcciones y las ciudades amuralladas de la Europa del S.XII pero sobre todo el concepto de “oscurantista” que el Renacimiento atribuyó a la época bajo la atribución gráfica de la increíble e impactante “Nave de los Locos”: seres desarrapados, marginados que morían en las entrañas del mar al ser empujados de puerto en puerto. Así, los hombres “sanos” y “normales” se deshacían de la “escoria”. Los interesados pueden consultar los tomos de “La historia de la locura de Michel Foucault, editado inicialmente por la Ed Gallimard en 1961.
Pero a medida que avanzaba en lecturas, quizá muy especializadas, que me proporcionaba generosamente la investigadora Margarita Peña, descubrí que había un espacio aún por cubrir aunque no supiera cómo. Una vaga intuición: las ciudades las habita la gente. Sí, ahí en las construcciones echadas como una mole, débiles ante los embates de la naturaleza.
Allá por los inicios de los ochenta, Fernando Tola de Habich (el editor de Premià) me permitió escudriñar en su excelente biblioteca de Santa Rita, Tlahuapan. Encontré documentos de esos llamados “inconseguibles”, libros que no se habían ni siquiera traducido al castellano.
“Aquí comienza la historia de otro tipo de conocimiento”
Ante mi insistencia de cómo era la gente de la Edad Media, cómo hacían para vivir, Tola cedió a que buscara en una estantería, en una miscelánea. Habría que recordar que esa biblioteca de setenta mil volúmenes estaba especializada en S.XIX.
Entonces en la miscelánea descubrí varias cosas: elegantes tomos acerca de la cotidianidad en el “oscurantismo” medieval. El trabajo de los artesanos, de los copistas, de los campesinos feudales y hasta de las amas de casa; las maneras del aseo personal, etcétera.
Ahorareleíenun“raro” texto de Robert Fossier (referencia tomada de la miscelánea), en el quehabladelamaneraenlaquesecomunicabanloshombresylasmujeres:“Gente de la Edad Media” (Debolsillo, 2019). El gesto -gráfico o no- tenía una fuerza asombrosa. Imitarlo de otro significaba reemplazarlo en el poder. Es por eso que se utilizaba el símbolo y la palabra. Aquí comienza la historia de otro tipo de conocimiento. Es un conversatorio que ya vendrá, en su momento.