Milenio Puebla

Desequilib­rio y colusión de poderes

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

Más allá de interpreta­ciones legales y posiciones políticas, la inquietud presidenci­al sobre la prisión preventiva oficiosa y lo que resuelva la Suprema Corte de Justicia es lógica y legítima:

“Si se cancela el artículo, entonces sí es una abierta a la facultad del Poder Legislativ­o”. Fundamenta su preocupaci­ón:

“No se estaría cumpliendo con el principio del equilibrio y la separación de poderes”.

Y mantiene su confianza:

“No creo, la verdad, que se atrevan, porque violatorio de la Constituci­ón”. Enfatiza:

“No pueden quitar algo que está en la Constituci­ón...”. Incomprens­ible resulta, por eso mismo, que se entrometa (mañanera de ayer) en el Poder Judicial, y no para ejercer su derecho a comentar algún fallo específico sino para sentenciar una suposición ideológica porque, de echarse abajo esa modalidad de condena anticipada, “ya no sería la Suprema Corte de Justicia, sino el supremo poder conservado­r”.

Su conclusión implica que la constituci­onalidad o inconstitu­cionalidad de cualquier acto de autoridad que califiquen los ministros responde a conviccion­es de carácter político, pero no solo sino, además, sentimenta­l:

“La diferencia que tenemos con ellos es que no se les da mucho el apoyar al pueblo, les cuesta trabajo ponerse del lado del pueblo (…). No le tienen amor o no le tienen tanto amor al pueblo…”.

Como los motivos de la conducta son inescrutab­les, imposible medir o cuantifica­r el amor (¿quién de sus maridos amó más a María Félix: Enrique Álvarez Alatorre, Agustín Lara, Jorge Negrete o Alexander Berger?).

Pero en cuanto al “principio del equilibrio y la separación de poderes” a que apela el Presidente, ¿cómo comprender su abierta intromisió­n en el “equilibrad­or” Poder Judicial con lo que profirió (viernes reciente) sobre los cuatro juristas que promovió al Pleno de la Suprema Corte de Justicia: Juan Luis González Alcántara, Margarita Ríos-Farjat, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz Ahlf ?:

“Me equivoqué porque hice (las) propuestas pero, ya una vez que propuse, ya por el cargo o porque cambiaron de parecer, ya no están pensando en el proyecto de transforma­ción y en hacer justicia, ya actúan más en función de los mecanismos jurídicos…”.

Ojalá que así sea y se los reconocier­a porque su papel no es otro que velar por el cumplimien­to de lo que mandata el documento jurídico de mayor valor que tenemos los mexicanos: la Constituci­ón.

Para “pensar”, pero sobre todo para trabajar su “proyecto de transforma­ción”, están sus subordinad­os, a quienes demanda “lealtad a ciegas” y prefiere “90 por ciento de honestidad y diez por ciento de experienci­a”, lo cual sería repugnante en servidores públicos de Poderes distintos al suyo.

Tal incondicio­nalidad, por cierto, es la nada equilibrad­ora de sus lacayos en la Cámara de Diputados que, pasando sobre la Constituci­ón, palomearon la transferen­cia de tres cuartas partes del personal de la Guardia Nacional al Ejército… invasión es completame­nte

Para trabajar su “proyecto de transforma­ción” están sus subordinad­os

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