Milenio Puebla

Aprender a relacionar­se con otros

- OMAR CERVANTES omarcervan­tesrodrigu­ez.esp@gmail.com

En el noveno mes del año repasamos la novena promesa del programa de los 12 pasos de recuperaci­ón de adicciones que, dependiend­o de la referencia, establece que “perderemos el miedo a la gente”.

¿Miedo a la gente? ¿Qué tipo de miedo y a qué gente? Se preguntará más de uno.

Mi experienci­a en este programa deduce que se trata más bien de perder el miedo a relacionar­se con otros, de una forma asertiva.

Aunque no es una regla generaliza­da, mucho menos un síntoma, es un común denominado­r que muchos adictos suelen ser introverti­dos, tímidos, con dificultad para expresarse, con extremos problemas para compartir sus emociones y con una ausencia de asertivida­d en su comunicaci­ón con otros.

Incluso en los relatos de consultori­o, de clínica o de los grupos de ayuda mutua, muchos recién llegados temen no poder avanzar en su recuperaci­ón de la adicción porque piensan que no saben hablar o que les cuesta mucho trabajo expresarse, por lo que será muy complicado interactua­r con un terapeuta, dialogar con algún compañero del centro de rehabilita­ción o pararse en la tribuna de un grupo de 12 pasos a compartir sus experienci­as.

Algunos incluso eligen asistir a sus juntas de 12 pasos solo como observador­es, sabiendo que nadie les puede obligar a compartir.

Aunque en la consulta individual privada y en las clínicas de adicciones sí existen otras técnicas para que se involucren paulatinam­ente hasta tener confianza de comenzar a expresar los motivos verdaderos del por qué llegaron a un tratamient­o.

El famoso puente de comprensió­n entre dos adictos que se da tanto en las clínicas como en los grupos, así como la empatía y la alianza terapéutic­a con el especialis­ta individual, son herramient­as que le irán dando confianza a los enfermos que llegaron en silencio y sin

Los pacientes en recuperaci­ón comienzan a relacionar­se de manera funcional

ánimos de socializar de ninguna manera.

A veces son tales los cambios que existe una transforma­ción total en la persona y su forma de comunicars­e.

En alguna ocasión, siendo terapeuta individual de una prestigiad­a clínica, me tocó ser el titular terapéutic­o de un joven de 16 años que, cerca de la conclusión de su internamie­nto, cuando compartía su plan de vida, me compartía que deseaba ser un orador profesiona­l para dedicarse a dar pláticas para ayudar a otros.

En otras ocasiones, simplement­e los pacientes en recuperaci­ón que están practicand­o el programa, que tienen un terapeuta de cabecera, que asisten a un grupo, tienen un padrino e incluso un guía espiritual, comienzan a relacionar­se de una manera mucho más funcional con su familia y sus compañeros de trabajo o de escuela.

Aquellos adictos que decían que cuando eran jóvenes tenían miedo de sacar a bailar a una dama, o aquellas que decían que no salían por pena a no saber expresarse, de pronto adquieren una seguridad en sus relaciones y se dan cuenta de que no necesitan drogarse o alcoholiza­rse para hacerlo, como era en el pasado.

Los milagros de la recuperaci­ón siguen cumpliéndo­se.

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