Aprender a relacionarse con otros
En el noveno mes del año repasamos la novena promesa del programa de los 12 pasos de recuperación de adicciones que, dependiendo de la referencia, establece que “perderemos el miedo a la gente”.
¿Miedo a la gente? ¿Qué tipo de miedo y a qué gente? Se preguntará más de uno.
Mi experiencia en este programa deduce que se trata más bien de perder el miedo a relacionarse con otros, de una forma asertiva.
Aunque no es una regla generalizada, mucho menos un síntoma, es un común denominador que muchos adictos suelen ser introvertidos, tímidos, con dificultad para expresarse, con extremos problemas para compartir sus emociones y con una ausencia de asertividad en su comunicación con otros.
Incluso en los relatos de consultorio, de clínica o de los grupos de ayuda mutua, muchos recién llegados temen no poder avanzar en su recuperación de la adicción porque piensan que no saben hablar o que les cuesta mucho trabajo expresarse, por lo que será muy complicado interactuar con un terapeuta, dialogar con algún compañero del centro de rehabilitación o pararse en la tribuna de un grupo de 12 pasos a compartir sus experiencias.
Algunos incluso eligen asistir a sus juntas de 12 pasos solo como observadores, sabiendo que nadie les puede obligar a compartir.
Aunque en la consulta individual privada y en las clínicas de adicciones sí existen otras técnicas para que se involucren paulatinamente hasta tener confianza de comenzar a expresar los motivos verdaderos del por qué llegaron a un tratamiento.
El famoso puente de comprensión entre dos adictos que se da tanto en las clínicas como en los grupos, así como la empatía y la alianza terapéutica con el especialista individual, son herramientas que le irán dando confianza a los enfermos que llegaron en silencio y sin
Los pacientes en recuperación comienzan a relacionarse de manera funcional
ánimos de socializar de ninguna manera.
A veces son tales los cambios que existe una transformación total en la persona y su forma de comunicarse.
En alguna ocasión, siendo terapeuta individual de una prestigiada clínica, me tocó ser el titular terapéutico de un joven de 16 años que, cerca de la conclusión de su internamiento, cuando compartía su plan de vida, me compartía que deseaba ser un orador profesional para dedicarse a dar pláticas para ayudar a otros.
En otras ocasiones, simplemente los pacientes en recuperación que están practicando el programa, que tienen un terapeuta de cabecera, que asisten a un grupo, tienen un padrino e incluso un guía espiritual, comienzan a relacionarse de una manera mucho más funcional con su familia y sus compañeros de trabajo o de escuela.
Aquellos adictos que decían que cuando eran jóvenes tenían miedo de sacar a bailar a una dama, o aquellas que decían que no salían por pena a no saber expresarse, de pronto adquieren una seguridad en sus relaciones y se dan cuenta de que no necesitan drogarse o alcoholizarse para hacerlo, como era en el pasado.
Los milagros de la recuperación siguen cumpliéndose.