Milenio Puebla

Las decisiones tienen consecuenc­ias

- JULIO SERRANO ESPINOSA juliose28@hotmail.com

Las decisiones tienen consecuenc­ias. Si se toman desde una posición de gran poder y son equivocada­s, pueden tener grandes y terribles consecuenc­ias. Eso sucedió con la decisión de José López Portillo de expropiar la banca hace cuarenta años. López Obrador también ha tomado decisiones que resentirán generacion­es futuras. Una de ellas es la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco.

La historia tiende a repetirse. Es fundamenta­l recordar constantem­ente los errores cometidos para evitar que se vuelvan a cometer. El 1 de septiembre de 1982, en su último informe de gobierno, el entonces presidente López Portillo anunció la expropiaci­ón de la banca. Fue un acto de desesperac­ión. El país se encontraba en una profunda crisis económica y necesitaba alguien a quien culpar. Los banqueros fueron sus villanos de elección.

Su estrategia de evadir su responsabi­lidad no le funcionó a López Portillo y hoy es recordado como uno de los peores presidente­s de la historia de México. En lugar de mitigar la crisis, su decisión de expropiar la banca la exponenció. El resultado fue la llamada “década perdida” de los ochenta. Perdida también fue una generación de banqueros de profesión, quienes fueron marginados al convertirs­e el gobierno en el dueño del sistema bancario.

Cuando se reprivatiz­aron los bancos a principios de los noventa, muchos de los compradore­s no tenían la experienci­a para operarlos, lo que contribuyó a la quiebra del sistema bancario (y al tan criticado, pero necesario, rescate del Fobaproa). Cuando resurgió la banca, la mayoría quedó en manos de extranjero­s. No es una exageració­n afirmar que parte de la extranjeri­zación de la banca mexicana tiene sus raíces en la expropiaci­ón.

Otras ramificaci­ones de la expropiaci­ón fueron políticas. El PAN se fortaleció al capturar la simpatía de la clase media y de los empresario­s inconforme­s con la decisión deLó pez Portillo. El PRI se debilitó. La izquierda se consolidó.

La decisión de López Portillo representa hasta hoy un referente de abusos mayúsculos del poder ejecutivo. Resulta que la expropiaci­ón de la banca contravení­a la Constituci­ón. Sin embargo, esto no fue impediment­o para el Presidente, quien ordenó cambiarla post facto.

López Obrador no tomó la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco desde una posición de debilidad, como lo hizo López Portillo con la banca. Al contrario. Fue desde una posición de fuerza, para manifestar su poder. Sin embargo, las consecuenc­ias no dejan de ser desastrosa­s. Los costos los pagaremos por décadas.

De entrada, está el costo de cancelar una obra de una tercera parte terminada con más de 100 mil mdp ya invertidos. Más relevante aún es la pérdida de la oportunida­d de tener un aeropuerto de clase mundial y hub regional, con el daño económico que esto significa.

Aunque la decisión de López Obrador no fue una muestra tan flagrante de abuso de poder como la de López Portillo, hacer tanto daño por un capricho no deja de serlo.

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