Somos vencedores, no víctimas
En el tratamiento de adicciones, codependencia y muchos más procesos terapéuticos, uno de los principales objetivos es justo el de sacar a la persona del hoyo en que se encuentra, de su fondo de sufrimiento o de la noche oscura del alma, como quiera llamársele, para salir de la oscuridad y mostrarle la luz que la vida puede regalarnos si estamos dispuestos a movernos de donde hemos estado tanto tiempo.
En muchas ocasiones, en estos mismos espacios hemos preguntado cuál es el camino que cada uno de nosotros quisiera seguir. ¿Quieres seguir siendo víctima de las circunstancias o quieres ser el protagonista de una vida feliz? Frase que me enseñó una querida maestra del camino espiritual.
En realidad me parece que no es solamente una elección mental o un tema de programación neuronal, es, más allá, una postura ante la vida, una toma de consciencia y un acto de profunda fe cuando llegamos a darnos cuenta de que somos vencedores, no víctimas.
Por supuesto valido el dolor de las personas, las adversidades y las heridas sufridas a lo largo de la vida que pudieran justificar que eventualmente, por momentos, todos podamos sentirnos víctimas de algo o de alguien y pensar que el mundo entero se nos viene encima.
Son esos momentos críticos en los que, como dice Tony Robbins, puede ser el fin o puede ser el principio de algo. Nuevamente, una elección personal. En mi contacto con tantos años de tratar con alcohólicos, adictos y sus familias, efectivamente he visto llegar a pedir ayuda a gente desesperanzada, a veces prácticamente desahuciada y con ideas muy claras de que para ellos ya no habrá una oportunidad.
Esas mismas personas que, con el tiempo, paso a paso y poco a poco, van haciendo pequeñas modificaciones a sus vidas hasta llegar a convertirse en verdaderos milagros y testimonios conmovedores para todos quienes entran en contacto con ellos, una vez recuperados y salvados de sus propios demonios.
¿A qué demonios nos referimos? Entre otros a los resentimientos, las culpas, la vergüenza, la auto conmiseración, la lástima de uno mismo y la mentalidad de queja que los hace pelear con todo y contra todos.
Esos son los factores que precisamente nublan el cielo personal de cada uno hasta que se acostumbra a pensar que para ellos no hay más que oscuridad y sombra.
Y son esos factores con los que tenemos que lidiar para irlos quitando uno a uno hasta que metafóricamente, la persona se dé cuenta de que en la medida que se va superando y derrotando cada uno de ellos, el cielo comienza a abrirse y se observa la luz al final del túnel.
Salgamos de la oscuridad, busquemos la luz que todos merecemos, aceptemos nuestra vida como haya sido y consideremos a partir de hoy que somos vencedores y no víctimas, si cada uno lo decidimos y nos dejamos guiar por quienes pueden ayudarnos.
“Salgamos de la oscuridad, busquemos la luz que todos merecemos, aceptemos nuestra vida”