Milenio Puebla

La Güera Rodríguez

- ÁNGEL AGUIRRE RIVERO*

En el albor de una nueva era en la historia de México, participó una mujer a la que injustamen­te se le menciona muy poco: María Ignacia Rodríguez de Velazco, La Güera Rodríguez.

Para aprender de nuestro pasado, tenemos que revisarlo en su totalidad. La historia de nuestra Independen­cia será incomprens­ible si no rescatamos de las sombras del olvido y la indiferenc­ia a figuras como María Ignacia Rodríguez.

Descrita como una mujer de gran inteligenc­ia, cuya belleza cautivó a los hombres del poder de esa época, entre ellos se habla de sus supuestos romances con Simón Bolívar en su paso por México y con el barón Alejandro Von Humbolt.

En su biografía, se asegura que La Güera Rodríguez también mantuvo una relación amorosa con Agustín de Iturbide, a quien motivó e impulsó a concretar la Independen­cia de México.

Estuvo casada con un militar de nombre José Jerónimo López de Peralta de Villar y Villamil y Primo, con quien duró varios años y quien la acusó de sostener relaciones extramarit­ales; ésta a su vez lo acusó de maltrato, vejaciones y golpes, lo que le permitió ganar el primer divorcio interpuest­o por una mujer, lo que en la época de la Colonia resultaba casi imposible. Por eso, hay quienes la visualizan como una adelantada de su tiempo, por cuanto hace a los derechos femeninos.

Después se casó con un hombre de edad avanzada, Mariano Briones, de quien heredó una gran fortuna, dinero que aportó para la causa independen­tista.

La Güera Rodríguez enfrentó y libró con fortuna un juicio que la Santa Inquisició­n instauró en su contra, acusándola de haber participad­o en reuniones conspirato­rias en las que estuvo presente el cura Miguel Hidalgo.

Si Sor Juana Inés de la Cruz fue llamada en su tiempo La Décima Musa, María Ignacia Rodríguez debería ser conocida como La Atenea Mexicana, por su respaldo a la lucha por la Independen­cia.

Del anecdotari­o

—¿Por qué hablaste en tu columna de una supuesta relación sentimenta­l con la esposa del señor José Luis Abarca?, ¿tenías pruebas?

El reclamo fue directo hacia el columnista Salvador García Soto, colaborado­r de El Universal, quien a tanta insistenci­a de sus escritos sobre mí, nos habíamos citado a desayunar en un restaurant­e del sur de la Ciudad de México.

Apenado me contestó :“Es que así me lo pidieron de Los Pinos quienes me aseguraron tener elementos para que yo lo escribiera ”.

Nunca le entregaron evidencias en ese sentido, pues no existen. Como otras cosas en las que pretendier­on involucrar­me para fabricar un chivo expiatorio luego de los lamentable­s hechos del 26 de septiembre.

Hoy nuevamente García Soto arremete, sin más pruebas que su palabra (bastante desprestig­iada). Intenta, desde su columna, vincularme con el crimen organizado diciendo una sarta de sandeces sin ningún fundamento.

Es la misma estrategia de la retención ilegal que To másZerón de Lucio hiciera del pro cur ad orIñaki Blanco, para forzarlo a que éste me indiciara, a lo que éste se negó.

Señor Soto: una vez más se equivoca, nunca he tenido contacto alguno en mi vida pública con la delincuenc­ia organizada y a las pruebas me remito.

Tal vez desde ese desayuno que sostuvimos intentaba algunas canongías (para no llamarle chayote), a lo que me negué.

Con sus infundios, usted defrauda la confianza de la casa editorial que le brinda espacio.

Lo bueno es que a usted ya lo conocen los lectores. ¿Pero que le parece si mejor lo discutimos en tribunales?

La vida es así…

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