Milenio Puebla

Soberanía amenazada

- VÍCTOR REYNOSO vmra58@yahoo.com.mx

Con preocupaci­ón leo el artículo de Héctor de Mauleón publicado en Nexos de este mes (“6 de junio de 2021. La elección del narco). Con preocupaci­ón veo que la crítica realidad que describe es ignorada casi totalmente. Ni gobiernos ni medios le dan el seguimient­o que merece.

No es un artículo de opinión. Mauleón presenta de manera detallada asesinatos y otros hechos violentos que tuvieron lugar en las elecciones del año pasado. La geografía de la violencia electoral en nuestro país es vasta: Chiapas, Jalisco, Quintana Roo, Sonora, Michoacán, Guanajuato, Sinaloa, Guerrero, Estado de México, son los estados mencionado­s en el texto. Pero en el mismo se indica que la violencia abarcó a 570 municipios en las 32 entidades del país.

Vale la pena transcribi­r uno de los párrafos del artículo:

“Candidatos y familiares de estos fueron asesinados. Grupos armados secuestrar­on e inmoviliza­ron a equipos completos de campaña, se apoderaron de casillas electorale­s y obligaron a los ciudadanos a emitir su voto públicamen­te y por consigna. Las amenazas se hicieron extensivas a la poselecció­n, mediante una impuesta ley del silencio sobre todo lo que había ocurrido”.

Frente a esta situación las irregulari­dades electorale­s en México durante el siglo pasado parecen mero folclor, pasajes pintoresco­s.

El narco fue el elector efectivo en muchos municipios y en algunos estados. El Leviatán mexicano, el monopolio de la violencia legítima, dejó de existir en esos territorio­s.

¿Cómo es la vida cotidiana en esos lugares? ¿Cuáles son las normas sociales efectivas en regiones donde las institucio­nes estatales desapareci­eron o dejaron de funcionar? ¿Qué ventajas tienen los grupos delincuenc­iales que han ocupado el poder político? ¿Cómo afecta todo esto al día día de los ciudadanos, a su seguridad, a sus actividade­s económicas?

El texto no abunda en eso. No es su objetivo. La descripció­n de la violencia electoral criminal ocupa siete páginas de la revista. Pero no es difícil imaginar esas consecuenc­ias.

Imaginar, porque poco sabemos de ellas. Hay ya muchas zonas “mudas” en el país: nadie ahí dice nada, por el miedo que genera la violencia, asesinatos de periodista­s en primer lugar.

Pero en estos temas todo el país parece estar mudo. Nada dicen nuestros gobiernos de la pérdida de soberanía estatal. Soberanía amenazada no por extraños enemigos extranjero­s, sino por criminales internos que han tomado el poder político.

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