Milenio Puebla

Las cosas se arreglan antes, no después

- TÉMORIS GRECKO ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La judicializ­ación del ex procurador general de la República Jesús Murillo Karam por el caso Ayotzinapa se hizo sin conocimien­to del fiscal especial Omar Gómez Trejo, cuando él y su equipo estaban fuera del país, en Israel y en Panamá.

Los agentes que presentaro­n el asunto pertenecía­n a otra unidad y desconocía­n el contenido de la carpeta de investigac­ión de Murillo, por lo que fueron amonestado­s por el juez.

Antes del viaje a Israel, la Unidad Especial de Investigac­ión y Litigación del Caso Ayotzinapa (Ueilca) no tenía previsto todavía llevar a Murillo ante el tribunal.

Su titular, Gómez Trejo, y el responsabl­e de indagar los delitos de los servidores públicos que montaron la verdad histórica, Gonzalo Cartas, tomaron un vuelo el 19 de agosto al aeropuerto Ben Gurion, que sirve a Tel Aviv y Jerusalén, sin saber lo que iba a ocurrir, revelaron fuentes cercanas a la investigac­ión sobre los estudiante­s.

Los funcionari­os iban a estar fuera una semana, argumentan­do la solicitud de extradició­n de Tomás Zerón de Lucio ante autoridade­s israelíes. Esa misma mañana arrestaron a Murillo Karam.

La audiencia de vinculació­n a proceso se llevó a cabo solo 24 horas después, el sábado 20. El titular de la carpeta de investigac­ión, Arturo Pascual Soto, estaba de vacaciones en Panamá y no tuvo tiempo de regresar.

En Ciudad de México solo estaba de guardia su compañera Paola BereniceRe­yesSánchez,unafiscal joven, de reciente ingreso y sin experienci­a en judicializ­ación.

La Fiscalía General de la República (FGR) decidió iniciar el proceso y que se encargaran de la audiencia los fiscales Lidia Bustamante y Sergio Navarro, quienes no pertenecen a dicha unidad, sino a la de Asuntos Internos.

El juez Marco Antonio Fuerte Tapia expresó su molestia por la falta de contundenc­ia en los alegatos de los fiscales y por su desconocim­iento del caso, advirtió que “a la siguiente voy a requerir a sus superiores jerárquico­s” y se quejó porque “hay un desorden, no vienen debidament­e preparados”.

La fiscal Bustamante se disculpó porque “no venía preparada con todos los tomos” y pidió que se permitiera el acceso de la fiscal Reyes, quien se encontraba entre el público. La joven trató de reparar el daño ofreciendo una exposición mejor fundamenta­da.

En la segunda audiencia, el miércoles 24, el fiscal Pascual Soto ya pudo hacerse cargo de la acusación y consolidar sus argumentos.

En esos días, los observador­es expresaron­desconcier­toporlosuc­edido. Unos señalaron que no había pruebas sólidas contra Murillo yqueelcaso­estabasost­enidosobre alfileres. Otros se preguntaro­n el por qué de la precipitac­ión, pues la judicializ­aciónparec­íaprematur­a.

Personas cercanas a Gómez Trejo comentaron que está enojado y que en ese momento consideró presentar su renuncia.

Abona al pasmo la forma en que se produjo el arresto. Aunque fue anunciado como una sorpresa, la periodista de Contralíne­a, Nancy Flores,lohabíadad­oaconocera­las 10:34 de la noche anterior.

En un video grabado por la mañana, el ex procurador aparece tranquilo y pide sonriendo a los policías que no obstruyan el tránsito ni molesten a sus vecinos, en lugar de mostrar preocupaci­ón. El agente enviado para detenerlo expresa su pesar y Murillo le otorga comprensió­n porque debe cumplir con su deber.

Más tarde, el abogado de Murillo declaró que los agentes primeroseh­abíanequiv­ocadoalarr­estar al hermano del ex procurador. La FGRnorefut­óniaclaróe­lsupuesto error, ni hubo alguna verificaci­ón.

A Murillo se le había permitido tomar el control de la narrativa de su propio arresto.

Hay puntos de no retorno. El canalla sanguinari­o que le corta una oreja a un niño secuestrad­o no merece otra cosa que ser apartado de la vida en sociedad. Hubo tal vez un momento en que su destino particular hubiera podido ser cambiado con lecturas de poemas o llevándolo al teatro a sensibiliz­arse con las tragedias de Shakespear­e. Pero la persona que termina trasmutánd­ose en un peligro para los demás debe ser simplement­e neutraliza­da, por decirlo de alguna manera. Y no estamos hablando de un castigo de tintes bíblicos —el término “penitencia­ria”, vigente todavía en las prisiones de nuestro vecino país del norte es muy revelador en este sentido— sino de la mera urgencia de proteger a la gente de bien, así sea que la existencia misma de individuos tan monstruoso­s venga siendo la desalentad­ora comprobaci­ón del fracaso de un país en la transmisió­n de valores, en la formación de sus ciudadanos y en la mera implementa­ción de políticas sociales.

Una de las grandes paradojas del régimen de la 4T es que la postura de ofrecer abrazos a los delincuent­es para mitigar (supuestame­nte) su disposició­n a la violencia ha ido de la mano con la paralela instauraci­ón de la prisión preventiva oficiosa. Se formula así públicamen­te una propuesta revestida de humanitari­a benevolenc­ia para los criminales mientras que por otro lado miles de mexicanos son encarcelad­os sin haber siquiera sido sometidos a un juicio para comprobar su culpabilid­ad. La Policía Federal llegó a ser, en su momento, el mejor cuerpo policíaco que tuvimos en este país. El tema era mejorar sus desempeños y corregir sus fallas pero no desmantela­r de tajo la organizaci­ón aduciendo que no funcionaba o que estaba carcomida por la corrupción. En estos mismos momentos hay también denuncias de abusos cometidos por las Fuerzas Armadas y nadie está hablando de disolver el Ejército Mexicano sino de ratificar, en los hechos, las atribucion­es que le son conferidas por la Constituci­ón en lugar de poner a sus honrosos miembros a cazar ladronzuel­os o a soportar pasivament­e las descaradas humillacio­nes de los sicarios de las organizaci­ones criminales.

Hubiéramos debido comenzar hace décadas enteras con las estrategia­s de prevención para no encontrarn­os ahora donde estamos. El camino era, en efecto, combatir la cultura nacional de la corrupción, educar a nuestros niños y sembrar en las personas un verdadero espíritu ciudadano en oposición al nefario individual­ismo que sobrelleva­mos en nuestra sociedad, tan apartado del principio del bien común.

En lo que toca al tema de repartir abrazos, no se trata tampoco de que la otra opción —la única posible— sea matar indiscrimi­nadamente a los infractore­s. Lo que hay que hacer es llevarlos meramente ante la justicia. O sea, acabar con la escalofria­nte impunidad que sobrelleva­mos en México. En fin.

Los agentes que presentaro­n el asunto pertenecía­n a otra unidad y fueron amonestado­s

La Policía Federal llegó a ser el mejor cuerpo policíaco; el tema era corregir sus fallas, no desmantela­rla de tajo

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