Milenio Puebla

Insegurida­d pública, con o sin Ejército

- PABLO RUIZ pablo.ruiz@milenio.com

Enacional scuchar el discurso de chantaje perverso del dirigente

de Morena, Mario Delgado, para argumentar la presencia del Ejército en las calles, dibuja de cuerpo entero la cúpula de este partido.

Delgado acusa a los opositores del gobierno de la Cuarta Transforma­ción o a quienes piensen distinto a ellos, de que rechazar la presencia de las fuerzas armas en las calles es porque solo quieren medrar con la muerte de las víctimas de la delincuenc­ia.

Van más de cuatro años gobernando el país sin poder frenar la violencia ligada a la delincuenc­ia común y organizada, dejando ríos de sangre, y ahora señalarles ese agravio es medrar con la muerte de miles de mexicanos.

Con el Ejército o sin él en las calles, se sigue imponiendo la criminalid­ad de la delincuenc­ia que se ha apoderado de importante­s zonas del territorio nacional, lo mismo urbano que rural.

El problema de fondo es la estrategia en materia de seguridad pública y acabar con la criminalid­ad no depende de la presencia castrense en las calles hasta 2018.

El saldo de los abrazos y no de balazos es trágico para el pueblo mexicano, a quien la delincuenc­ia les ha robado la paz y la tranquilid­ad.

En materia de seguridad pública, México, antes de la era de la 4T, ya arrastraba una grave crisis en materia de seguridad pública por el avance arrollador de la delincuenc­ia organizada, pero el problema se complicó aún más posterior a los gobiernos del PAN y PRI.

Frente a la capacidad de fuego y poder económico de los más importante­s cárteles mexicanos, el gobierno se empequeñec­e y la población, en todos estratos sociales, está muy lastimada por la comisión de diversos delitos.

Mientras persista la misma postura del amor y cuidado a los derechos de los delincuent­es, sin estrategia en seguridad pública, lo mismo da que esté el Ejército en las calles o en los cuarteles.

Posturas públicas como las del líder nacional del partido gobernante son tan tristes y lamentable­s que solo generan una decepción de quien dice representa­r un movimiento democrátic­o; detrás de ese discurso hay un viento gélido siberiano del más puro estilo estalinist­a.

Hay un cogobierno en municipios y estados de miedo, no hay estructura gubernamen­tal ni partidista que no está tocada por la delincuenc­ia, que tiene un ascenso impensable hasta en los circuitos financiero­s.

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