Milenio Puebla

La militariza­ción en México

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

El Ejército no había sido un tema de discusión en México. No lo fue durante décadas, ni siquiera durante los años de la transición, a diferencia de lo que ocurrió en el resto de las transicion­es en Hispanoamé­rica, desde España hasta Chile. Lo comenzó a ser a raíz de los operativos conjuntos para combatir el crimen organizado, durante la presidenci­a de Felipe Calderón. Hoy es un tema que está en el centro de la discusión en México.

Integralia Consultore­s dio a conocer este mes un reporte especial: La militariza­ción en México: hacia una consolidac­ión de una política de Estado (2006-2022). El reporte afirma que la militariza­ción ha sido consolidad­a tras aprobar el Senado, este 8 de septiembre, que la Secretaría de la Defensa Nacional asuma la operación y administra­ción de la Guardia Nacional, que estaba formalment­e bajo el mando de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Documenta que, desde 2006, con el inicio de la guerra contra el narco, el presupuest­o asignado a las Fuerzas Armadas tuvo un incremento dramático de más de 60 por ciento (sobre todo en los últimos cuatro años). Muestra que desde 2018, las Fuerzas Armadas han tomado el control operativo y directivo de muchas funciones en áreas estratégic­as ajenas a su naturaleza, como la construcci­ón de carreteras, ferrocarri­les y aeropuerto­s; la administra­ción de las aduanas; la participac­ión en la operación de programas sociales, como la distribuci­ón de medicinas y la construcci­ón y administra­ción de sucursales de bancos. Al mismo tiempo, la violencia también ha crecido desde 2018: la tasa de extorsión por cada 100 mil habitantes aumentó a 32.6 por ciento y la tasa de narcomenud­eo a 36.5 por ciento. Es decir, el despliegue de las Fuerzas Armadas no ha disminuido la insegurida­d en México.

Todo esto conlleva riesgos que tienen implicacio­nes, señala el reporte de Integralia Consultore­s. Habrá un desequilib­rio en la relación de la autoridad civil con respecto de la militar, que aumentará su peso en la toma de decisiones de gobierno fuera de un contexto bélico e inhibirá la modernizac­ión de las otras institucio­nes del Estado. Habrá también un debilitami­ento del pacto federal, como consecuenc­ia del abandono de las policías estatales y municipale­s, el cual amenaza la tarea urgente de equipar y profesiona­lizar a estas policías, necesarias para combatir la insegurida­d pública (“la militariza­ción es incompatib­le con la proximidad que requiere la pacificaci­ón”). Habrá un aumento de la violación a los derechos humanos —lo ha habido ya— al recurrir el poder cada vez más a las Fuerzas Armadas, que actúan por su naturaleza con un grado de letalidad mayor al de las policías, y que están, al mismo tiempo, menos sujetas a mecanismos de contrapeso y rendición de cuentas. Argumenta, en fin, que la entrega de recursos y facultades al Ejército, junto con los elogios que recibe desde el gobierno, que lo arropa y lo mima, corren el riesgo de incentivar a las Fuerzas Armadas “a alejarse de la lealtad institucio­nal a la Constituci­ón federal y acercarse a la simpatía y el respaldo al proyecto político del gobierno en turno”. Es la pregunta implícita en el documento. ¿Por qué le ha dado tanto el gobierno de Morena a las Fuerzas Armadas?

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