Teatro. Buscan motivar la interacción familiar
Detrás de la obra Familias monstruosas de Fernanda Tapia y Andrés Carreño se encuentra la sensible ilusión de unir a las familias, a través de una historia relevante y coherente ante la sociedad moderna.
“(Familias monstruosas) Relata la historia de una niña que se llama Soledad y que vive en el más allá, en el mundo de los muertos. La niña está muy sola y se acerca Día de Muertos, la pachanga, pero alguien se roba el pan de muerto de la ofrenda y se cancela la fiesta”, cuenta Andrés a MILENIO.
“En su familia son tan cerrados a lo que va sucediendo en nuestro mundo día con día que por eso tienen tan sola a Soledad, no la dejaban tener amigos en ninguna otra familia”, añade Fernanda.
Lo que inició como una obra evolucionó a libro ilustrado, se adaptó al formato streaming y ahora vuelve al formato presencial con nueva música original.
Familias monstruosas se presentará en el Teatro Helénico hasta el 23 de octubre todos los fines de semana y los autores reafirman que la obra está intencionalmente dirigida a toda la familia, grandes y chicos.
“Es para que todos en la familia piensen y puedan hablar. Se van a identificar con muchos personajes, pero lo bonito es que vean que ahí está la realidad y esa no se puede inventar, que lo que es, es. Por más que nos digan que alguien tiene el molde oficial de cómo debe ser una familia, tal cosa no existe. Si ven la obra, se puede llevar el tema y es muy bonito”, explica Fernanda.
La realidad ha avasallado más a los adultos […] Tratamos de poner lo más representativo de la diversidad de familias, que son muchas, pero no solo un tipo, quisimos decir que aquí está el mosaico”. Para ambos creadores este proyecto presenta una oportunidad de proponer una nueva definición al concepto de “familia” a través del arte, así como la coyuntura cultural de tradiciones e ideas narrativas europeas y mexicanas.
Edgar Allan Poe, Arturo Nosferatu (padres de Luz Clarita), Frankenstrans y las momias fungen como vehículos para promover el entendimiento a través de la empatía y el arte.
“Es un analfabetismo en derechos humanos muy grande, pero esto es muy bonito porque no es forzoso, se respeta la velocidad que cada quien tenga para ir cambiando su realidad o no. No queremos dar regurgitado lo que nosotros pensamos que es verdad, eso lo hacen en muchos medios, programas, digiéralo y como vaya entendiéndolo se forma una opinión”, destaca Fernanda.