2024: el año del cansancio
El filósofo coreano ByungChul Han, afirmó que vivimos en una sociedad del cansancio, una sentencia que encontró su cauce en su reconocido libro que lleva por título la misma sentencia La sociedad del cansancio.
Sus razones parecen aludir a una acumulación innecesaria pero voluntaria de acontecimientos, tareas, menesteres, intereses, actividades, trabajos, etcétera, que acecha nuestra tranquilidad física y nuestra paz mental.
Algo que se constata en que, desde los primeros minutos de este 2024, pensar en el futuro nos cansa y nos drena la poca energía que nos quedó en 2023.
Tres ámbitos de nuestra vida argumentan mejor esta hipótesis:
El primero es el futuro incierto pero amenazante de nuestro país. Entramos, por un lado, en la recta final de un gobierno que deja una estela propia de los populismos, que es la división y la confrontación como herencias.
Por otro lado, entramos en una pendiente resbaladiza de la contienda electoral, de la que se duda su legitimidad por el constante debilitamiento de instituciones fuertes y transparentes y que, a veces da la impresión de que la lotería ya está cantada y sólo falta pintar el proceso electoral de una supuesta legalidad irrefutable.
Esto genera cansancio entre quienes sabemos nuestra obligación de salir a as urnas el próximo 2 de junio, me explico mejor: cansancio de escuchar, una vez más, las mismas promesas que nunca se cumplen, de ver que la violencia no cesa sino que se incrementa, de ver cómo las esperanzas de oposición son acribilladas sucia y maliciosamente, de ver cómo los de arriba le tiran a los de abajo y los de la derecha a los de la izquierda y, cansancio de ver que, justo cuando el país puede mejorar y la sociedad elegir mejor, llegan las dádivas que compran votos, las fachadas que palomean de proyectos cumplidos -que nunca lo fueron- y los acuerdos en lo oscurito.
Entramos a este 2024 cansados de la política y sus cuentos.
Un segundo escenario de cansancio, apenas entrado este 2024 ha sido la constante fluctuación laboral y económica que no sólo se vive en el plano nacional sino internacional.
Las exigencias de los trabajos después de la pandemia se volvieron más duras y cada vez más rígidas, algunos empleadores agudizaron aún más sus políticas de control y volvieron aún más erráticas sus decisiones.
La estabilidad económica no termina de presentarse y aunque ha habido meses mejores que otros, estamos cansados -y preocupados- de que cada día alcanza para menos, y de que ya no es posible tener algo propio como lo fue para generaciones anteriores, estamos condenados a trabajar, para siempre, a marchas forzadas; cada vez más horas, cada vez menos vacaciones, cada vez menos sueldo, cada vez más funciones, cada vez menos oportunidades y ascensos, cada vez más favoritismos y liderazgos mezquinos.
Estamos cansados de lo laboral y de la inseguridad financiera y sólo pensar en alguno de esos temas nos roba la energía para pasar el resto del día en paz.
Por último, un tercer ámbito de cansancio tiene que ver con la rapidez del mundo en que vivimos.
El veloz desarrollo de la inteligencia artificial nos ha forzado a vivir más a prisa y a acelerar motores para estar al día. El síndrome FOMO (Fear Of Missing Out) que se refiere originalmente al temor a no estar en todos los lugares y participar de todos los eventos, se ha extendido a no estar al día de todos los programas, de todas las aplicaciones, de no utilizarlas en tu trabajo y de no aplicarlas en tu hogar. Esto, a su vez, nos lleva a siempre estar conectados buscando información, inscribiéndonos a cursos y plataformas, aprendiendo a usar dispositivos cada vez menos intuitivos, buscando tutoriales, pagando servicios de instalación o renovando equipos que han quedado obsoletos, cambiando contraseñas, temiendo que la inteligencia artificial nos desplace en el trabajo o que alguien escriba lo mismo que tu con Chat GPT y lo tuyo deje de ser valorado.
Estamos cansados de siempre más y siempre tener que cambiar, de siempre correr y nunca llegar, de siempre aprender para luego tener que desaprender.
En una caricatura de Mafalda que, seguramente muchos hemos visto más de una vez,
_ ésta se encuentra trepada en un mundo que parece correr a toda velocidad y ella grita: ¡Paren el mundo que me quiero bajar! Es la sensación de muchos en este 2024.