Milenio Puebla

Rufino 125 aniversari­o El del natalicio

Alejandra Flores Tamayo, su sobrina nieta, cuenta a MILENIO el proyecto con el que le rendirán homenaje al pintor y artista oaxaqueño, quien nació el 25 de agosto de 1899

- LETICIA SÁNCHEZ MEDEL CIUDAD DE MÉXICO

La armonía, los sonidos y las notas del pentagrama de Rufino Tamayo guiaron al artista a componer y a desplegar en un lienzo la pasión que lo acompañó toda su vida.

Alejandra Flores Tamayo, sobrina nieta de Rufino Tamayo, cuenta que está planeando la celebració­n por el 125 aniversari­o del natalicio del artista (el 25 de agosto).

Ella busca que se incluya el 50 aniversari­o del Museo de Arte Precolombi­no que donó Tamayo, así como los 50 años del Taller de Arte Gráfico que él fundó. “Esto será a través de la Semana Rufino Tamayo, a realizarse del 25 al 31 de agosto en Oaxaca y en Ciudad de México.

“Lo evocaremos con un evento académico y cultural conformado por un coloquio gestionado por el Instituto de Investigac­iones Estéticas de la UNAM campus Oaxaca, incluida una serie de actividade­s que festejarán la vida del maestro Tamayo con música, escultura, exposicion­es y conciertos”.

Flores Tamayo también quiere integrar a la niñez: “Una de mis intencione­s al presentar este proyecto en la Secretaría de Cultura fue pedir que las infancias estuvieran muy presentes”, dice.

¿Contempla una gran exposición?

Claro, es la exposición Tamayo íntimo porque me parece muy importante mostrar y conocer al artista más allá de las sandías, acercarnos a su vida y a su obra. En general, el referente son estas bellísimas sandías, pero hay muchos aspectos tanto de su obra como de su parte biográfica que se desconocen, así como de su legado.

La intención de esta muestra, cuya curadora es Mariana Romero, es adentrarno­s de manera multisenso­rial a ese mundo íntimo. Son casi ocho décadas en las que tuvimos el privilegio de que él cruzara todo el siglo XX y que nos mostrara sus influencia­s, y eso tiene que ver con su relación con la música. Tendremos su guitarra, que nos prestarán para esta ocasión, sus libros, cartas, obra gráfica...

Armonía, sonidos y notas guiaron al artista a componer y a desplegar en un lienzo esa pasión que lo acompañó toda su vida.

¿Por qué la música estuvo presente en su vida?

La relación con la música es un tema que yo trabajo porque soy doctora en musicologí­a, por eso mi interés en profundiza­r en el Tamayo músico. He estudiado su gusto por ella, que inició desde su niñez. Incluso llegó a ser director de coro de la iglesia de San Felipe, en Oaxaca.

Después siempre siguió con la música. Al llegar a Ciudad de México, él mismo relataba que se le abrió otra perspectiv­a, se dio cuenta de que también era muy buen dibujante. Entonces se dedicó al dibujo, aunque la música nunca lo dejó, toda la vida lo acompañó, llevaba su guitarra a todas las tertulias y a todos los países. ¿Cómo influyó la música en las pinceladas de Tamayo?

El hecho musical marcó su vida, la música que tocaba lo hacía llevar a México a través de sus canciones, sus corridos, sobre todo, cuando exponía en otros países.

También está la influencia de esa música que escuchaba en París o en Nueva York, todos esos sonidos que después se reproducía­n, desde mi perspectiv­a, en colores y en pinceladas. Esas dos artes se entrelazar­on y surgieron para dar paso a una pasión que se refleja en los lienzos, en los murales y en los grabados. En general, todas esas obras tienen que ver con el sonido.

¿En qué lugar será la exposición Tamayo íntimo?

Estamos viendo la posibilida­d de que sea en el Centro Cultural San Pablo, en Oaxaca. Apenas tuvimos una reunión

“La música que escuchaba Tamayo, casi todos los días, para pintar era barroca” Alejandra Flores Tamayo Musicóloga mexicana

en el Claustro de

Sor Juana, donde nos pidieron que se presente en la Galería contemporá­nea, un espacio muy hermoso del barroco, porque la música que escuchaba Tamayo, casi todos los días, para pintar era barroca. Entonces creo que es un marco idóneo.

¿El Museo Tamayo se sumará al festejo?

Yo espero que sí. Por supuesto tendrían que sumarse por ser el recinto que él donó al pueblo de México con tanta obra de él y de grandes artistas internacio­nales. Creo que lo harán porque las autoridade­s culturales están en la mejor disposició­n para hacer una gran celebració­n, no solo de unas semanas sino de todo un año para que celebremos a quien yo diría que es el pintor mexicano más universal que ha tenido México en el siglo XX.

¿Qué se hará en el Palacio de Bellas Artes para recordarlo?

Estamos pidiendo que se haga ahí el concierto de clausura de la Semana Tamayo, y las autoridade­s lo ven factible. No podría tener mejor marco, con sus dos murales ahí.

Se hará un concierto, del que estoy haciendo la curaduría, porque Tamayo decía que los colores que influían en su obra eran los de la tierra. En la primera parte se estrenaría a escala mundial “Dualidad”, del compositor Alejandro Rossi, con instrument­os precolombi­nos y nuevas tecnología­s. La pieza está inspirada en el mural de Tamayo del mismo nombre.

¿Cómo fue la infancia del artista?

Fue muy difícil y creo que eso es algo a destacar porque una de mis intencione­s al presentar este proyecto en la Secretaría de Cultura fue pedir que las infancias estuvieran muy presentes.

La fundación Harp Helú, por ejemplo, participar­á con su red maravillos­a de biblioteca­s infantiles en el Museo Infantil de Oaxaca, que tiene una exposición llamada Las sonrisas de Tamayo, la cual llevará a distintas regiones de Oaxaca.

El padre de Tamayo se separó de su madre, como muchas historias en México, y al abandonarl­os el pequeño Rufino sintió, además de una gran tristeza, una gran impotencia y se quitó el apellido paterno, ya que su nombre era Rufino del Carmen Arellano Tamayo, para significar que fue su madre quien estuvo con él, aunque ella murió cuando él tenía 11 años.

Una de sus tías lo trajo a Ciudad de México y fue aquí donde creció como huérfano. Muchos años después se reencontró con su padre, aunque era algo de lo que no hablaba mucho. Lo que sí decía era que para ser artista había que estar solo y pasar hambre, y él la padeció en Nueva York, a veces únicamente tenía siete manzanas, una para cada día de la semana, y eso era lo único que comía. Alguna vez escribió que un día tenía tanta sed, porque a todos lados llegaba caminando, que tomó un trozo de hielo para refrescars­e. Él supo siempre sobreponer­se a la adversidad.

¿Qué papel jugó la figura de Olga, su esposa, en su obra?

Fue muy importante, por eso a partir de 1942, cuando se enfermó, él comenzó a firmar como Tamayo con una letra O mayúscula y con el año de la creación de la pintura.

Lo hizo en muchas de sus obras justamente para reconocerl­a, como un hombre muy avanzado en su tiempo, pues ella renunció a su carrera de pianista concertist­a (que estudió en el Conservato­rio Nacional de Música) para convertirs­e en su promotora y gestora de relaciones públicas.

Por eso este proyecto celebra a Tamayo y a la letra O en honor a Olga. Tiene la perspectiv­a de género en ese sentido, así que también es necesario hablar de María Izquierdo, quien fue pareja de Tamayo durante siete años antes de su matrimonio con Olga. María era una gran pintora, cuando fueron pareja, él le presentó a sus contactos en Nueva York y ella pudo exponer en Nueva York.

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