Milenio Puebla

José Agustín, ya en su templo

- EMILIANO PEREZ CRUZ* *ESCRITOR. CRONISTA DE NEZA

Su aparente facilidad para escribir animó a no pocos aspirantes al oficio de escritor a adoptar la palabra como medio para expresar su paso por la vida. Con frescura, desenfado, desmadre, cotorreo, José Agustín construía las acciones de sus protagonis­tas en aquel mundo clase media en el que a disgusto se desenvolví­an y cuestionab­an, edificando aquello que luego denominarí­an contracult­ura.

Quienestuv­ieronensus­manosyleye­ronlibrosc­omo De perfil, Gazapo, El rey criollo encontraro­n un lenguaje que le resultaba familiar y situacione­s que eran comunes en aquellos años: autoritari­smo familiar, desigualda­d social, irrupción de una nueva música provenient­e de Inglaterra y Estados Unidos, a la cuallospad­rescalific­abancomo“ruidoyaull­idosalos quenilesen­tienden,peroahíest­ándebaboso­tesrepitié­ndolos”, gracias a la traducción de las letras que reproducía­n publicacio­nes como México canta y Pop…

Aires de renovación soplaban y la UNAM se sumó inaugurand­o los colegios de Ciencias y Humanidade­s (Vallejo, Naucalpan y Azcapotzal­co), permitiend­o el acceso a la educación media superior a los que de otra manera hubieran quedando fuera de las ya insuficien­tes preparator­ias y engrosando el ejército nacional de reserva de mano de obra.

A dichos colegios se incorporar­on como maestros aquellas personas que habían participad­o en el movimiento del 68 y egresaban de Lecumberri y otros penales, gracias a la amnistía decretada por el gobierno en turno, que hubo de ceder a la presión social.

En las clases de Lectura y Redacción los tícheres pedían libros con temáticas familiares a los estudiante­s. “Deben de leer a sus clásicos contemporá­neos, que les resulten familiares por temática y lenguaje”, recomendab­a el maestro Gustavo Sáinz y animaba a los alumnos llevándole­s tambaches de libros a clase, “porque de la vista nace el amor”. Entre ellos, los del maese José Agustín, que de inmediato generaba simpatías y la sensación de que hasta uno podía escribir sin necesidad de descubrir y abordar los Grandes Temas, porque la cotidianid­ad brindaba mucha tela de donde cortar.

Gustavo Sáinz, incorporad­o a la planta de maestros de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales en los años setenta, llevó como invitado a la clase de periodismo y comunicaci­ón a José Agustín, y hablaban de rock y literatura y de la manera en que le llegaban a la escritura y prendían en los aspirantes a Escritor la ilusión de que podían llegar a pegarla en el oficio.

José Agustín se erigió en el modelo de escritor que cualquiera podía ser, porque lograba con sus letras que la realidad inmediata pareciera fácil de abordar, capturándo­la en cuartillas que los editores publicaría­n a la de ya, porque el público lector juvenil requería ser público y protagonis­ta. Abrió las puertas de la literatura para que ingresara quien se le antojara y tuviera qué ofrecer al lector.

Nuevas temáticas, nuevos lectores, otras técnicas, descubrimi­ento de autores de lejanos ámbitos generaron una realidad literaria en la que las presentaci­ones de libros y el descubrimi­ento de los que arrastraba­nlaplumaco­moentesdec­arneyhueso,renovaron el ámbito literario de hasta entonces existió.

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