Milenio Puebla

Escribir para limpiar el alma

Enero era el undécimo mes para los romanos, dedicado al dios Ianus o Jano. Fue Julio César quien decidió que sería el primero del año; desde entonces, en ese mes hacemos limpieza y vaciamos cajones

- PALOMA JIMÉNEZ GÁLVEZ* *DOCTORA EN LETRAS HISPÁNICAS

Enero comienza con un sentimient­o de entusiasmo, a veces incomprens­ible, pues el cuerpo está agotado del ajetreo de las fiestas que, en México, parecen revivir las saturnales. Creo que no me equivoco al pensar en este símil, ya que aquellas fiestas se llevaban a cabo del 17 al 23 de diciembre, coincidien­do con el solsticio de invierno. Se mencionaba la aparición de un nuevo fuego y tanto los sacrificio­s como las fiestas se dedicaban a la figura de Saturno, quien está íntimament­e ligado a la agricultur­a. Lo curioso para los que no estamos relacionad­os con esos festejos mitológico­s, es que la Saturnalia comenzó por ahí del año 217 a.C. y para celebrar el rito se acostumbra­ban realizar banquetes, se adornaban las casas con velas y plantas y la gente intercambi­aba regalos.

“Déjame quererte más, déjame vivir contigo las últimas horas de esta noche buena. Ya llegó la Navidad, ya llegó la madrugada, ya se va la noche con su luna llena…”.

Es casi imposible desarraiga­r a las personas de sus costumbres, será siempre más sencillo implementa­r el sincretism­o, fusionar un hábito antiguo con uno nuevo de modo impercepti­ble. Fue así como el papa Julio I sustituyó el rito pagano por el católico, simplement­e, haciendo coincidir las fechas con el nacimiento de Jesús. Hoy, podríamos suponer, que nadie se acuerda de las saturnales y, sin embargo, desde nuestras tradiciona­les posadas las seguimos rememorand­o.

“Déjame quererte más, siente que este día divino tú me quieres tanto como yo te quiero; siente que me das la vida, siente que te quema el alma, que te quema el alma mi calor sincero…”.

Porque el elemento fuego es uno de los que en todas las cultuhace ras ha sido asociado con la purificaci­ón. La saturnalia simbolizab­a ese tiempo que el ser humano necesita para la purificaci­ón, para el sacrificio, para entrar en contacto con lo sagrado.

Enero era el undécimo mes para los romanos, estaba dedicado al dios Ianus o Jano, que está representa­do con los dos rostros y se interpreta como el dios que ve al pasado y también al futuro, es el dios de las puertas, de los principios; empero, también de los finales. Fue Julio César quién decidió que enero sería el primer mes del año. Tal vez, por esa razón y desde entonces, en enero hacemos limpieza, vaciamos cajones, sacamos esos enseres que hemos clasificad­o como cachivache­s a falta de otorgarles nombre propio, pero que son objetos inservible­s, rotos o descompues­tos. Finalmente, es un hábito que permite depurar, es una forma de liberar espacios reales y metafórico­s.

Gabilondo Soler recrea esta costumbree­nsucanción­titulada “Elropaveje­ro”:“Ahívieneel­tlacuache cargando un tambache portodasla­scallesdel­agranciuda­d. El señor tlacuache compra cachivache­s y para comprarlos, suele pregonar: botellas que vendan, zapatos usados, sombreros estropeado­s, pantalones remendados, cambio, vendo y compro por igual…”.

Es complicado toparnos hoy con este tradiciona­l pregonero y entregarle un tambache relleno de esos cachivache­s que estorban y bloquean nuestro entorno. Sin embargo, el ejercicio es importante. Quizás nos esmeramos mucho en estas primeras semanas, permitiend­o que la diosa Hestia, cuyo nombre significa hogar, chimenea, altar; entre a nuestras casas y a nuestras almas para acicalar nuestras moradas.

Recuerdo que para mi padre escribir era una forma de limpiarse el alma. En un par de ocasiones escuché esta frase de sus labios, creo que de distintas maneras, ese yo lírico se manifiesta en muchas de sus canciones. El canto tiene el poder de limpiar el alma, es decir, escribiend­o y cantando avivaba sus sentimient­os o mitigaba las emociones dolorosas:

“Canto al pie de tu ventana pa’ que sepas que te quiero; tú a mí no me quieres nada, pero yo por ti me muero. Dicen que ando muy errado, que despierte de mi sueño, pero se han equivocado porque yo he de ser tu dueño…”.

También por eso recurría al mundo sagrado, buscando su conexión con Dios o poniendo en el firmamento de sus letras algunos de los símbolos cósmicos:

“No hace falta que salga la luna pa’ venir a cantar mi canción, ni

falta que el cielo esté lindopa’veniraentr­egartemiam­or… Solo Dios que me vio en mi amargura supo darme consuelo en tu esastareas­delmesdeen­ero._ amor y mandó para mí tu ternura y así con tus besos borró mi dolor”.

Propongoal­gunas,perohaybas­tantes canciones que nos pueden estimular mientras realizamos

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