Milenio Puebla

Mujeres versus mujeres

Debemos apoyarnos, e impulsar en otras las oportunida­des que no tuvimos, abrir espacio a generacion­es venideras es el único camino para que seamos respetadas

- ELIZABETH DE LOS RÍOS

El peor enemigo de una mujer es otra mujer. Dicho popular

Ante las crecientes olas de violencia contra las mujeres hay una que es la más destructiv­a y es la que es ejercida por otras mujeres, bien sea de forma explícita o implícita, el daño que ocasiona es aún más hiriente.

Cuando una mujer lastima a otra ocurre un mecanismo en donde el daño es ejercido entre pares que, en principio, por compartir suelo común, debieran entenderse, empatizar y ayudarse mutuamente, por eso es, de las violencias, quizá la más irracional puesto que no tiene por fundamento la diferencia sino la igualdad y su motivación no viene del poder o del afán de dominio, sino de los celos o el resentimie­nto.

Generalmen­te cuando una mujer violenta a otra lo hace obedeciend­o o bien a un arrebato de celos, ya sea porque la otra tiene algo que ella no o es pareja de alguien que ella no, tiene una posición o trabajo que la primera no; o alguna otra circunstan­cia que despierta la envidia con la que opera el insulto, la denigració­n, la humillació­n.

Hay también, otro tipo de violencia que es la que proviene de los esquemas tradiciona­les, donde las mujeres son concebidas sin derechos y por ende, no pueden ni deben descuidar las labores del hogar para las que están hechas, no deben trabajar no deben estudiar, no deben contestar, deben ser sumisas, etcétera.

Los roles de género juegan un papel fundante entre las mujeres que, al haber sido educadas de esta manera, han terminado por creerse que así debe ser sin cuestionar sus capacidade­s y sus deseos.

Es así como hay mujeres a las que no les gusta ni parece bien que una mujer ocupe un puesto directivo, busque oportunida­des de crecimient­o personal, gane dinero, sea independie­nte, viaje, estudie, tenga amigos o emprenda un negocio.

La razón por las que no les parece bien es porque a ellas les enseñaron que así debe ser y punto. Han vivido con esa idea como parte de su segunda naturaleza y por eso les cuesta mucho trabajo ver a otras mujeres que se han liberado de esos prejuicios.

Por último, hay una tercera motivación de por qué una mujer puede estar en contra de otra, y es el resentimie­nto.

Si a una mujer le prohibiero­n estudiar y trabajar y ve a otra que estudia y trabaja, la atacará por la rabia que le da ver que unas mujeres pueden hacer lo que a ella le fue negado.

El tipo de resentimie­nto antes mencionado lo proyectan en contra de quienes nada tuvieron que ver, pero los estereotip­os libres de esas creencias infundadas, les despiertan furia y deseos de venganza, con el concepto de que “como me lo hicieron a mí, ahora yo también lo hago”, sin advertir la circularid­ad de este pensamient­o, que tiene sus consecuenc­ias nocivas y destructiv­as.

Es necesario que rompamos estos modos de violencia entre mujeres, pues de lo contrario, la violencia en contra de nosotras jamás parará.

Mientras haya mujeres que crean que hay otras que merecen ser violentada­s, todas lo seremos; en cambio, en la medida en que creamos que lo que le pasa a una nos pasa a todas y que ninguna lo merece, la espiral de feminicidi­os y violencias de diversos tipos disminuirá progresiva­mente.

Las mujeres debemos apoyarnos, e impulsar en otras, las oportunida­des que no tuvimos, abrir espacio a las generacion­es venideras es el único camino para que, algún día, las mujeres seamos respetadas, no por excepción sino por regla.

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