Lección afuerita del Collège
EUna de sus grandes bellezas está en la elegancia del estilo, la maravillosa claridad de Valéry
l año pasado, quienes curioseaban por las librerías de la Place Saint-Michel en París (TLS, 31/1/24) se llevaron una sorpresa: dos imponentes volúmenes cuyos cintillos rojos anunciaban a un “Valéry Inédito: El testamento de un gran intelectual del siglo XX”. Sorpresa porque el testamento al parecer definitivo de Paul Valéry era el de la publicación de sus Cuadernos, 29 mil páginas de manuscrito editadas por el CNRS entre los ya lejanos 1957 y 1961. El nuevo testamento abarca mil 440 páginas en dos tomos de Gallimard; es el Curso de poética que Valéry impartió en el Collège de France entre 1937 y 1945. Una paciente hazaña ésta del editor William Marx y su equipo: reconstruyeron 197 conferencias de Valéry a partir de 2 mil 500 hojas sueltas conservadas en la Biblioteca Nacional de Francia, y 24 a partir de transcripciones estenográficas. Un logro soberbio, escribe Stephen Romer; aunque este Curso de poética no pueda sustituir a los Cuadernos, una de sus grandes bellezas está en la elegancia del estilo, la maravillosa claridad de Valéry.
Al escribir su poema “La joven parca” durante la Primera Guerra Mundial, Valéry dijo que algo habría de bueno en el hecho de que alguien meditara sobre el sitio de una coma en un verso mientras el caos homicida ocurría en Verdún. De modo parecido, en la Segunda Guerra Mundial siguió su curso en el Collège durante la ocupación de París —y al final de ella, muy enfermo— como un acto de resistencia civilizatoria.
En su primera clase luego de la Liberación (agosto, 1944), refirió cómo meses antes mientras llegaba al Collège un oficial nazi lo detuvo para preguntarle si el edificio era un museo. “Le dije que era una escuela. ‘¿Y qué enseñan en esta escuela?’, preguntó. ‘Monsieur —le dije—, me llevaría
_ mucho explicarlo. Sólo diré esto: es una casa donde hay libertad de palabra. Fue creada expresamente para ese propósito, y por un rey’. Me vio con sorpresa, hizo un saludo y siguió de largo”. Una lección de Valéry afuerita del Collège.