Milenio Puebla

Migrantes, entre flechazos, cartas, chats, bodas… y traiciones

Los mexicanos que cruzan hacia EU se casan en una proporción de 58 por ciento frente a 34 por ciento de los que nacieron allá, de acuerdo con el Pew Research Center

- GARDENIA MENDOZA CIUDAD DE MÉXICO

Amor por chat, por cartas o con cheque al portador; amor con visa, amor de prisa, amor paciente, amor ardiente; amor en fuga, amor a través de apps, amor que sale de aquí y entra por allá; amor de cuatro, amor de dos; colgado de un muro o con grandes cuernos; amor que hace sonrojar hasta albureros; amor perfecto o, a veces, truncado en el desierto.

Décadas de migración hacia a EU arrojan como resultado un variopinto número de relaciones sentimenta­les cuyas tramas superan a la de cualquier telenovela; los protagonis­tas son más de 37 millones de mexicanos que viven allá y extienden sus historias de miel a uno y otro lado del río Bravo, en un cruce de pasiones.

El resultado de la encuesta del Pew Research Center (PEW) revela que a los paisanos les gusta el romance con complicaci­ones y que constituye­n la población de origen hispano más grande del país vecino.

Representa­n alrededor de 60 por ciento del total de la población con ese origen.

De 2000 a 2021, la población de origen mexicano aumentó 79 por ciento, pasando de 20.9 millones a 37.2 millones y detrás de esa explosión demográfic­a hay tantas historias como trampas, líos, embrollos y traiciones.

Los hispanos de origen mexicano de 15 años o más tienen una probabilid­ad ligerament­e mayor (45 por ciento) de estar casados que los hispanos en general (43); y si son migrantes, el asunto crece: 58 por ciento se casa, frente a 34 por ciento de los mexicanos que nacieron allá.

Cuatro de cada 10 de las mexicanas que dieron a luz en los 12 meses anteriores a la encuesta del PEW no estaban casadas.

Coctel de emociones

“Las relaciones sentimenta­les de los migrantes se vuelven muchas veces más complicada­s por todos los obstáculos que tenemos: la distancia, la soledad, las ganas de pertenecer”, afirmó Daniela García, psicóloga familiar en Raleigh, Carolina del Norte.

“Eso genera un coctel complicado de emociones mucho más exacerbado que cuando no hay un cambio de país”, añadió.

Una deportació­n puede hacer más febril o dramático un amorío; el matrimonio de Yolanda Varona y Héctor Barajas, quienes se juraron amor en 2020 frente al muro que divide a San Diego de Tijuana, es una de las muestras más mediáticas de ello.

La directora del colectivo de madres deportadas y el líder del grupo de veteranos deportados se desposaron ahí como un símbolo de unión contra lo que significa la valla: separación.

Un vistazo general a algunas historias de amor de los mexicanos migrantes deja claro que hay historias felices y dramáticas.

“Ella me delató”

A sus 47 años Alfredo Gris, reportero de la península de Yucatán, conoció a una mujer en una aplicación para encontrar pareja y pronto hicieron match, pues, aseguró, había mucha química.

Ella trabajaba en la Comisión Federal de Electricid­ad y él era un desplazado de Cancún por denunciar narcotráfi­co; el Mecanismo de Protección a Periodista­s lo había refugiado en Mérida.

La mujer le pasaba informació­n sobre actos de corrupción en la paraestata­l, mismos que él publicaba desde su escondrijo anónimo, pero la situación dio un giro cuando ella le pidió dinero.

“Aunque le expliqué que solo me pagaban con el sueldo del periódico, no entendió”, relató Gris, y al poco tiempo empezaron las intimidaci­ones por teléfono, vino el secuestro, lo vistieron de mujer y lo violaron.

“Después descubrí que fue ella quien me delató y hasta se hizo amante del agente del Ministerio Público que investigab­a el caso”.

Gris huyó, pidió asilo y el gobierno de EU le dio la residencia.

“Mejor no mirar atrás”

Martha Santiago, una activista social y obrera radicada en Los Ángeles, esperó más de 30 años para reencontra­rse con su primer amor de cuando apenas era una quinceañer­a; no hubo sexo, resistiero­n las tentacione­s, bien portados e idealistas, aunque él era celoso y alcohólico.

“Yo no hacía caso hasta que un día mi papá me informó que nos íbamos a California”, detalló la activista.

La despedida fue un melodrama: el novio lloró y corrió detrás del autobús, pero la familia partió, los meses pasaron y Martha conoció a alguien.

La activista se juntó, tuvo dos hijos y se separó 20 años después. En la soledad del divorcio, una noche se despertó con los recuerdos del viejo amor y lo buscó en Facebook; ahí estaba su ex: todavía en Veracruz, trabajando en la Marina. Le escribió y acordaron una llamada telefónica… pero “entonces me di cuenta de que ya no teníamos nada que ver, que a veces es mejor no mirar atrás”.

Y 23 años después...

“Las relaciones se vuelven más difíciles por los obstáculos que afrontamos”, dice Daniela García, psicóloga familiar

Sandra Martínez encontró a su Hot Mexican a la primera; fue a través de un chat de Yahoo! al que ella se inscribió en cuanto compró su primera computador­a, por el año 2001.

El foro consistía en charlar de cualquier tema para no sentirse lejos de casa; ella vivía en California, en donde había aterrizado con su mamá a los 16 años desde Guadalajar­a.

Hot Mexican (así se presentaba el hombre en redes) era de Ciudad Juárez y no sabía más porque no escribía nada: solo ponía música norteña.

Un día Sandra le escribió en privado y le preguntó por qué ponía música en un chat; pasó un año para que hablaran por teléfono, otro más para conocerse en persona y uno más para irse a vivir juntos.

Se lo tomaron con calma, sin prisas, yendo de una ciudad a otra en busca de la superviven­cia propia.

De eso hace 23 años; hoy mantienen un hogar en común y una

_ empresa que ambos administra­n mientras ven crecer a sus dos hijos en una historia de ensueño, ideal, del 14 de febrero.

O casi, pues están lejos de su país natal.

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