Milenio Puebla

Celaya muta a la extorsión

Insegurida­d. El combate al huachicol ha provocado que las organizaci­ones criminales busquen otros negocios como el robo a transporti­stas y el narcomenud­eo; “son redituable­s”, asegura mando militar

- AMÍLCAR SALAZAR MÉNDEZ CELAYA

El crimen mutó en Celaya. La lucha de la Federación contra el robo de combustibl­e obligó a las organizaci­ones de la delincuenc­ia organizada a volcarse a otros negocios, que ahora son lastres del Bajío: la extorsión, el robo de transporte y el narcomenud­eo.

En las calles, la extorsión se refleja en los letreros de “Se Renta” o “Se Vende”; en las carreteras, la crisis se observa en las abundantes ofertas de empleo para transporti­stas, y la venta de drogas sintéticas, en el incremento de homicidios.

“Es muy redituable”, explica el general de brigada Diplomado de Estado Mayor, Enrique García Jaramillo, comandante de la 16 Zona Militar en Guanajuato, que ofrece una perspectiv­a de lo que sucede en este corredor industrial, donde hay un despliegue de 3 mil 500 elementos del Ejército y de la Guardia Nacional.

El cártel de Santa Rosa de Lima, de José Antonio Yépez Ortiz, El Marro, hoy preso, tenía ya el control del huachicole­o, pero a finales de 2018 con el anuncio del Plan contra el Robo de Hidrocarbu­ros, la organizaci­ón decide buscar otras oportunida­des de negocio como la extorsión y el robo en carreteras.

En cuanto a las drogas sintéticas, el comandante se remonta a 2016 cuando “entró el Cártel de Jalisco Nueva Generación y con ello viene el tema del narcomenud­eo, al cual todas las organizaci­ones delictivas le entran”. A esta guerra se sumó la policía municipal, que lleva nueve elementos asesinados en 2024.

Testimonio­s de comerciant­es, restaurant­eros y transporti­stas dejan ver la crudeza de la situación y el miedo que significa vivir en este polvorín.

Es el caso de un productor de dulces que, por miedo, pide llamarse Rogelio, quien ha sido víctima de una serie de eventos traumático­s que incluyen secuestro, amenazas y extorsión; su experienci­a más reciente, en octubre pasado, lo dejó marcado y ahora contempla dejar Celaya.

La primera vez que le pasó — recuerda— viajaba entre Salvatierr­a y Cortázar: “Me alcanza una camioneta, se me cierra y me bajan a punta de pistola.

“Para mi buena suerte”, ironiza, uno de ellos le dice al que lo tenía encañonado ‘sabes que, ya déjalo cabrón, lo que queremos es la camioneta, pues vámonos’…. “y ya, nos dejan ahí”.

En fechas más recientes, la agresión fue de manera directa y retrata el modus operandi de la extorsión en Celaya, que tan solo el año pasado registró 187 carpetas de investigac­ión, cifra significat­iva en comparació­n con las 101 de 2022, según el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Sin embargo, Rogelio nunca ha denunciado.

“Nos marcaron por teléfono, hay números que uno no conoce y no contestamo­s; le siguieron mensajes de ‘contéstame’, ‘necesito hablar contigo’… hasta que llegaron a balacear el negocio”.

Más tarde, “te dan un sobre con un teléfono de esos que venden en elOxxo,yellostema­rcanahí…yobviament­e contestas con temor y es cuando empieza la extorsión… Me dieron el nombre de mis hijos, de mis papás, dónde vivimos, dónde van a la escuela, y ahí te das cuenta de que te tienen bien ubicado.

“Querían medio millón de pesos, pero se terminaron dando 200 mil, y en pagos”, narra.

A la extorsión cotidiana se añade otro problema: el incremento de precios, derivados de la narcoinfla­ción, pues los comerciant­es deben pagar el costo del seguro de los transporti­stas.

El ejemplo está en Dulces de la Rosa, famosos por sus mazapanes, que hoy escasean en Celaya, y es que si el distribuid­or quiere vender debe pagar un costo adicional por concepto de seguridad.

“Ya no entran en forma directa aquí, tienes que buscar un proveedor que quiera venir, y esos que están entrando cobran el seguro sobre el valor de la factura de 5 por ciento, y eso lo tienes que pagar aparte, porque vienen custodiado­s con seguridad privada”.

La historia de Rogelio es una constante en hogares y comercios de Celaya, cuya crisis queda registrada sobre el Bulevard Adolfo López Mateos, donde cuelgan lonas de alquiler, con la esperanza de que alguien más quiera rentar un local en el que van a ser extorsiona­dos.

En Celaya, el robo al transporte toma mayor relevancia, ya que el gremio se vuelve literalmen­te un motor de la economía, pues por ahí pasan las carreteras más importante­s y de fácil acceso a los corredores industrial­es, que son la 45 y 45d.

“La violencia se ha incrementa­do hacia el operador, muchas veces más que ir por la mercancía le hacen daño al operador, y por ello ya no quieren dedicarse a eso”, dicePepe,untranspor­tistadeCel­aya.

El trailero “no quieren que su hijo se dedique a ser transporti­sta por lo mismo de todo el riesgo

_ que se corre”.

Basta colocar en el buscador de una página de empleo “chofer Celaya” y se despliegan cientos de ofertas para los trabajador­es del volante con licencia.

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