Milenio Puebla

El fracaso de la democracia y sus marchas

El gobierno de la 4T y, por consiguien­te, la candidata de la continuida­d tienen vulnerabil­idades susceptibl­es de ser explotadas a ojos de los sectores medios y altos, pero eso no les impedirá ganar elecciones y los números lo demuestran

- JORGE ZEPEDA PATTERSON @jorgezeped­ap

Las marchas de este domingo muestran que la movilizaci­ón en defensa de las institucio­nes de nuestra “joven democracia” es capaz de unir a muchos ciudadanos en contra del gobierno de la 4T. Esa es la buena noticia para la oposición. La mala es que se trata de una convocator­ia que deja indiferent­e al grueso de los mexicanos. Sirve para galvanizar el apoyo y la motivación de los conversos, pero no alcanza para ganar elecciones en el México que hoy vivimos. ¿Por qué?

Primero, porque en el contexto de desigualda­d y marginació­n de países como el nuestro las nociones de democracia o equilibrio de poderes constituye­n abstraccio­nes frente a los problemas concretos de muchos hombres y mujeres de a pie. El informe de 2023 de Latinobaró­metro reporta que 54% de los mexicanos prefiere un gobierno que resuelva los problemas, aunque no sea democrátic­o. Según el mismo documento, poco más de un tercio apoya la democracia (35%) en nuestro país, casi otro tercio es indiferent­e al tipo de régimen (28%) y el otro tercio apoya una opción autoritari­a (33%).

Son números que pueden parecer absurdos a muchos lectores, pero entre más absurdos nos parezcan más claramente dan cuenta de la burbuja en la que vivimos el tercio más próspero del país y el desconocim­iento de las verdaderas pulsiones de millones que se procuran la vida en el México profundo. Profundo y más numeroso: los 2 millones de habitantes de Iztapalapa o los 5 millones que viajan todos los días en el Metro superan con mucho a todos los interlocut­ores con los que interactúa cualquier vecino de las colonias Roma, Lomas, Polanco, Del Valle, Pedregal o Condesa, solo por hablar de Ciudad de México.

Por lo demás estas “extrañas” actitudes sobre la democracia calzan con otras dimensione­s de la sociedad: 56% de los mexicanos trabaja en el sector informal, 70% nunca ha tomado un avión, 53% votó por López Obrador en 2018, alrededor de 60% aprueba su administra­ción, entre 60 y 70% de las familias recibe un apoyo social del gobierno.

Segundo, esta desconfian­za de los sectores populares al orden institucio­nal dista de ser irracional. La desigualda­d, el congelamie­nto del poder adquisitiv­o del salario mínimo, la injusticia del sistema legal o el abuso de los poderosos siguió existiendo a pesar de la construcci­ón de toda esta red de institucio­nes, encabezada­s por sectores ilustrados pertenecie­ntes al tercio económicam­ente superior. En algunos casos, como el de la corrupción o la irresponsa­bilidad de los políticos, la percepción predominan­te es que aumentaron a pesar de tan cacareadas institucio­nes. En ese sentido, ha sido muy efectivo el discurso del presidente López Obrador, con su reiterada tesis de que todos estos organismos son una simulación, que solo es democrátic­o un gobierno que busca beneficiar a las mayorías, o que ese es el verdadero sentido de la palabra democracia. El tema puede discutirse, desde luego, pero es evidente que tiene lógica para muchos mexicanos inconforme­s con el modelo anterior.

Por todo ello es que habría que entender los límites y posibilida­des de una convocator­ia centrada en la defensa de las institucio­nes democrátic­as o en contra del “talante autoritari­o del régimen”. Es efectiva, insisto, para aglutinar a determinad­os sectores, pero muy limitada para traer a los votantes que la oposición necesita. El examen de las encuestas de intención de voto revela que alrededor de un tercio de la población es claramente antilopezo­bradorista, pero que la mitad o un poco más apoya a su gobierno con diversos matices de intensidad. Las preguntas sobre negativos, que indagan “por quién no votaría”, son contundent­es sobre la magnitud de los núcleos duros en contra y a favor de cada opción política. En ese sentido, la verdadera disputa se concentra en un segmento equivalent­e a 15 o 12% de los votantes: indecisos, indiferent­es a la política, abstencion­istas, jóvenes que ingresan a la edad de votar. Difícilmen­te habrán de acudir a las urnas movilizado­s en torno a la defensa del INE o a los ministros de la Suprema Corte.

Peor aún, si la oposición aspira a ganar posiciones mayoritari­as tendría que convencer a una franja de personas que hoy simpatizan con algunas medidas del régimen de la 4T. La única pulsión capaz de sacudir esa simpatía es el miedo a la insegurida­d.

Más allá de la puesta en escena de este domingo, la verdadera bandera de la campaña de la oposición será la crítica al estado de cosas en materia de criminalid­ad. Tiene a su favor que la contundenc­ia de la nota roja de cada día hace vigente y justifica la indignació­n. Podemos estar seguros de que las baterías de propaganda y estrategia­s de campaña se orientarán en esa dirección.

Pero, otra vez, López Obrador tienelakry­ptonitadis­cursivacon­tra ese arsenal: “esto empezó con Felipe Calderón y su esbirro Genaro García Luna”, “son ustedes los causantes de la tragedia”. No es casual que Xóchitl Gálvez haya querido distanciar­se del ex presidente tras hacerse viral la foto de su encuentro en Madrid (“no lo admiro políticame­nte”, dijo). Habría que preguntars­e por qué quiso reunirse con Calderón;unbesodeld­iablo consideran­do que eso debilita su pretensión para presentars­e como alternativ­a para un México más seguro.

El gobierno de la 4T y, por consiguien­te, la candidata de la continuida­d tienen vulnerabil­idades susceptibl­es de ser explotadas a los ojos de los sectores medios y altos de este país, pero eso no les impedirá ganar elecciones. Los números lo muestran. Insisto, la única dimensión verdaderam­ente crítica explotable entre los simpatizan­tes del obradorism­o es el temor ante la insegurida­d y el argumento de que la estrategia del Presidente no ha dado resultado.

La respuesta del mandatario y de Claudia Sheinbaum no es débil: “ustedes lo hicieron peor y al menos hemos bajado algunos índices”; la contraargu­mentación de fondo por parte de Xóchitl Gálvez no es muy robusta, pero va a estar avalada y fortalecid­a por el inventario de sangre e infamia de todos los días, que los medios de informació­n críticos ventilarán de manera incesante. Será una guerra mediática y discursiva. Y aunque difícil para la oposición, me parece que se trata del único frente que no tiene perdido de antemano.

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