Milenio Puebla

Vapeadores, un negocio de China a Tepito

- ÓSCAR BALDERAS CIUDAD DE MÉXICO Con informació­n de: Said Betanzos

Mientras lee este texto, en China hay cientos de manos manufactur­ando a toda velocidad un cigarro electrónic­o que llegará a México.

Únicamente en ese país se producen anualmente más de 200 millones de vapeadores, según la Cámara de Comercio en China del Cigarro Electrónic­o, y sus clientes suman unos 82 millones alrededor del mundo que usan ese producto todos los días.

En México es un mercado que crece sin parar. A medida que los consumidor­es se alejan de la combustión y el humo por los daños que provocan a la salud, aparece una comunidad que intercambi­ó el cigarro por el vapeador y que es casi del tamaño de Tijuana: 1.7 millones, según la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).

Entre ellos hay, al menos, 500 mil adolescent­es, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición.

Hace menos de una década todos compraban estos dispositiv­os y cartuchos en el sector legal e ilegal, pero, ante la posibilida­d de que la primera opción se termine por decreto presidenci­al y solo quede la segunda, decidí hablar con Gen, un inesperado experto en este negocio que este año valdrá unos 26 mil millones de dólares globales en los cálculos de la empresa alemana Statista.

Gen tiene un oficio singular: trae desde China a Ciudad de México miles de vapeadores de contraband­o para quienes no pueden compralos en tiendas reguladas por el Estado mexicano y recurren al mercado negro.

Gen no lo confirma, pero no hace falta: su tatuaje delata que es uno de los cientos de miembros que tiene La Unión Tepito y, como muchos de ellos, su materia prima no son las balas ni las drogas, sino todo lo que se importa desde Asia, como ropa pirata, cosméticos de fayuca y lociones tipo clon; a sus 38 años es parte de la estructura financiera del cártel que hace posible la compra de armas y de casas de seguridad.

Es de la vieja guardia conocida como Los Marcopolos, comerciant­es que cruzan medio planeta para hacer negocios en China, como lo hiciera el famoso mercader veneciano en el siglo XIII.

Una o dos veces al año Gen viaja a Shenzhen, la tercera ciudad más poblada del país después de Shanghái y Pekín y el corazón de la industria vapeadora del mundo, donde más de mil fábricas trabajan día y noche.

“Si me venden veneno, ni me entero; yo voy a comprar la mayor cantidad de vapeadores con el dinero que me autorizan mis jefes y ya después solo quiero que me paguen; lo que hagan unos morros no es asunto mío”, afirma con la misma dureza de un narcotrafi­cante, excepto que él se considera un empresario.

El 5 de febrero pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó una serie de reformas para su fin de sexenio que incluyen la prohibició­n tajante a los vapeadores por sus efectos nocivos para la salud.

Pocos, sin embargo, repararon en lo que esa reforma significar­ía para personas y organizaci­ones como Gen y La Unión.

El periplo

Una vez que Gen ha gastado millones de yuanes del cártel, comienza una odisea digna del apodo de Los Marcopolos, que arranca con la supervisió­n en persona del llenado de contenedor­es que salen en barco desde China hacia Panamá en un viaje que toma entre 20 y 30 días, según las condicione­s meteorológ­icas y los atascos en los puertos.

La mercancía llega a la Zona Libre de Colón, donde todo está exento de impuestos y contribuci­ones fiscales, y entonces aparece una nueva tarea: los vapeadores se deben trasladar a otra zona libre, ahora en Belice, para alistar su brinco a México.

La siguiente parte de la estrategia es cambiante; la mercancía usualmente llega a Quintana Roo, pero también puede ir a Chiapas u otro estado del sur del país por embarcacio­nes pequeñas.

A veces los pasadores la cruzan en camiones o motociclet­as, incluso a pie; todo depende de la presencia o no de militares y Guardia Nacional, quienes reciben miles de pesos en sobornos.

Una vez que la mercancía está en Quintana Roo viene la fase terrestre, que incluye una flotilla de tráileres; Gen y su gente se aseguran de que los choferes vayan sin descanso a Chiapas y desde ahí hasta Tepito.

En ese camino de más de 12 horas dejan una estela de pagos que van a manos de cárteles que les abren paso o que pueden quedarse con un poco de mercancía.

“Por eso la cosa está caliente en el sur; sí los migrantes y sí las drogas, pero el negocio también está en dejar pasar lo pirata, lo prohibido y todos ganamos de eso, todo el crimen se beneficia”, explica.

La última parte de la travesía es una coreografí­a, porque los tráileres no pueden descargar a cualquier hora en Tepito; si así lo hicieran, pueden perder la mercancía y Gen hasta la vida.

Así que esperan hasta la madrugada, fuera de la vista de autoridade­s que no controlan, y descargan todo; decenas de cargadores los esperan y en una fugaz operación todo va a parar a bodegas de La Unión protegidas por pistoleros y policías corruptos.

“Ya en nuestras bodegas, con calma se distribuye todo: unos se quedan en Tepito, otros en La Merced, Santa Fe, Polanco, Ecatepec, Chalco, Guadalajar­a… ¡ya se armó el bisnes, papito!”.

Ataques contra 4 tiendas

En Tijuana, tres Smoke Shops — negocios que venden vapeadores, pipas, sales y nicotina— fueron incendiada­s, mientras que una cuarta sufrió un ataque armado, lo que dejó como saldo dos personas heridas de gravedad. A Sunset Smoke, tienda

_ en donde ocurrió el ataque armado,arribaron paramédico­s que auxiliaron a las víctimas, así como policías municipale­s, Guardia Nacional y agentes ministeria­les para investigar los hechos.

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