Milenio Puebla

Baños públicos, spas para todos

Con el acceso del agua potable a las viviendas, los llamados “rusos” fueron desapareci­endo

- ALFREDO FERNÁNDEZ PUEBLA

Una tortura para algunos o un viaje al nirvana para otros, los baños públicos vivieron sus años de gloria en la década de los setenta y ochenta, espacios para la relajación, la higiene, la convivenci­a y en algunos casos hasta para el ligue y que fueron perdiendo clientela cuando las regaderas se volvieron accesibles.

La historia de los baños de vapor en México tiene un origen prehispáni­co, la palabra Temazcalli viene del Náhuatl: Tema, “vapor” y Calli, “Casa”, que forma el concepto de “casa de baño de vapor” y que, de acuerdo con algunos documentos bajo resguardo del Instituto de Antropolog­ía e Historia, daban un uso de estos sitios como espacios con una función espiritual y de sanación en las culturas mesoameric­anas.

En la Puebla del siglo XVII comenzaron a aprovechar la gran cantidad de ojos de agua y manantiale­s que rodeaban el primer cuadro que conformaba la antigua ciudad novohispan­a.

Enlazonade­lPaseoBrav­ohabía una gran cantidad de fosas de agua sulfurosa y se construyer­on albercas y baños públicos al notar que dichas aguas tenían efectos benéficos para la salud.

Entre el cerro de La paz y el Paseo Bravo pusieron en funcionami­ento al menos 4 balnearios, sitios donde los poblanos se aseaban y convivían los fines de semana, esto ante la carencia de agua en las vecindades, que eran el modelo de vivienda más común en la Puebla en el siglo XIX.

Con el crecimient­o de la mancha urbana, la transforma­ción del modelo de vivienda y la entrada del agua potable a las viviendas a inicios del siglo XX, estas albercas y baños públicos fueron desapareci­endo poco a poco, quedando solo algunos en funcionami­ento.

Pero en las vecindades del Centro Histórico las familias carecían de regaderas y fue así que los baños de vapor crearon arraigo en los poblanos, unos de los más antiguos que se tiene evidencia, son los “baños de San Juan Bautista” ubicados en la zona de San Francisco.

La privilegia­da ubicación de la ciudad de Puebla, al contar con una gran cantidad de manantiale­s, permitió la apertura de distintos negocios que ofrecían estos servicios, tal es el caso de los Baños Silver, Baños de Vapor Neptuno, San José, La Luz,

Arronte, Necaxa entre otros.

Con la llegada del drenaje y alcantaril­lado a la ciudad a inicios del siglo XX hubo un cambio en la salud pública y en las costumbres de higiene de las personas, los poblanos pasaron de bañarse solo los sábados o fines de semana, a ducharse a diario en sus domicilios.

Este cambio afectó a dichos negocios, por lo que sumaron otros servicios para conservar su clientela y se convirtier­on en sitios de relajación.

Spas contra el vapor

Entre los servicios que ofrecen en algunos spas en la ciudad de Puebla se encuentran el de 60 minutos de masaje descontrac­turante o regenerado­r, un desayuno y bebidas preparadas, así como el uso de jacuzzi y alberca.

En contraposi­ción a los 500 pesos que gastaría una persona para recibir los mismos servicios, pero en un baño de vapor público, pagando 90 pesos de acceso a un baño familiar con jacuzzi, más el masaje que puede ser de hasta 150 pesos con aplicación de distintas terapias y alimentos y bebidas a menos de la mitad de precio.

Tortura o viaje al nirvana

Aunado a los cambios en las costumbres de higiene, hay vivencias que alejaron a toda una generación de estos sitios, tal es el caso de Jesús, quien recuerda con dolor una desmugrada de su niñez. “Nunca volví a un baño público, recuerdo que fui de niño con mis abuelos, me acostaron en una plancha de concreto, en un cuarto con vapor, no podía respirar y una persona me restregó la espalda como si me odiara”

Por otra parte, para muchos niños fue donde aprendiero­n sus primeras lecciones de anatomía del sexo opuesto, ya que en los generales no pueden entrar los niños solos, así que ingresaban a los de mujeres y ahí conocieron la gran diversidad de caracterís­ticas del cuerpo femenino.

La entrada al área general no tiene un límite de tiempo, solo con pagar menos de 100 pesos. Una tradición que se va perdiendo _ para un gran sector de la población, pero que crea arraigo en otro que disfruta de los placentero­s servicios de un spa que es accesible a cualquier bolsillo.

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ALFREDO FERNÁNDEZ Los más antiguos en Puebla son los de San Juan Bautista.

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