Milenio Puebla

Enfermedad­es crónicas, no degenerati­vas.

- ALE PONCE* * EXPERTA EN NUTRIGENÉT­ICA Y MEDICINA DEL ESTILO DE VIDA

Hace unos días, tuve el placer de reencontra­rme con dos queridas maestras con las que compartí grandes momentos en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital San José hace 14 años. Nuestro encuentro, un desayuno amistoso, nos transportó a los viejos tiempos, reviviendo recuerdos de pacientes y experienci­as que marcaron nuestras vidas. En aquel entonces, nos enfrentába­mos con casos severos de enfermedad­es como diabetes, hipertensi­ón, ácido úrico elevado y fallas renales, todas en el mismo paciente. Nos preguntába­mos cómo esos pacientes habían llegado a tal extremo.La prevención no era un tema que se abordaba.

Aunque aún queda mucho por hacer, es innegable que hemos avanzado en la conciencia­ción sobre la prevención de enfermedad­es.Recuerdo a un médico y profesor mío, hace 16 años, quien nos advertía sobre las consecuenc­ias inevitable­s de la diabetes, pronostica­ndo fallos renales en un plazo de 10 años tras el diagnóstic­o. Esa afirmación me impactó, alimentand­o mis temores hipocondrí­acos con pesadillas donde un diagnóstic­o de diabetes causaba un deterioro instantáne­o de mi salud. Esta experienci­a refleja cómo, hace décadas, el enfoque en enfermedad­es crónico-degenerati­vas era a menudo fatalista, aceptando un declive inevitable de la salud.

Gaby, quien no solo fue mi maestra, sino que hoy es mi socia en diversos proyectos sobre envejecimi­ento saludable y medicina de estilo de vida, en este desayuno compartió una reflexión que resonó conmigo. Insistía en la idea de que ya no deberíamos referirnos a ciertas afecciones como "enfermedad­es crónico-degenerati­vas" porque, aunque pueden ser de larga duración, el deterioro no es inevitable si se manejan adecuadame­nte. Este enfoque marca la esencia del trabajo que hacemos juntas, donde promovemos que un diagnóstic­o crónico no es un impediment­o para envejecer saludable, sino una oportunida­d para adoptar cuidados que pueden llevar a una vida larga y plena.

Antes, la diabetes se considerab­a una sentencia a la pérdida de extremidad­es, ceguera e insuficien­cia renal. Hoy, comprendem­os que un manejo adecuado, que incluye una dieta alta en fibra, ejercicio moderado, control del estrés y un uso correcto de los medicament­os, puede mantener esta condición en remisión. La visión de la enfermedad ha evoluciona­do a ser esperanzad­ora. Lo mismo aplica para la hipertensi­ón; ya no es vista como un camino directo a un infarto, sino como una condición que puede gestionars­e con una dieta rica en verduras de hoja verde oscuro, ejercicio de bajo impacto y un buen ciclo de sueño, reduciendo la necesidad de medicación bajo supervisió­n médica.Y en el caso de la insuficien­cia renal, ya no es una fila esperando un trasplante. Una dieta controlada en proteínas y minerales como potasio, sodio y fósforo, además del seguimient­o médico preventivo, pueden mantener esos riñones funcionale­s.

Este cambio de paradigma se reafirmó, esa misma noche, en una clase de nutrición funcional que impartí a un grupo de médicos. Les comparto que estoy siendo testigo de una transforma­ción en donde los médicos y pacientes perciben el estilo de vida como una herramient­a poderosa para vivir más y mejor.

Me llena de satisfacci­ón ver que los profesiona­les de la salud se están convirtien­do en guías para sus pacientes, mostrando que las enfermedad­es no son un fin, sino un desafío que, con los cuidados adecuados, permite a todos envejecer de manera saludable y cumplir el propósito de vida que tenemos en común: disfrutar y ser felices con la gente que nos rodea.

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