Milenio Puebla

Renunciar para salvarse

- MARÍA ELIZABETH DE LOS RIOS Profesora investigad­ora de la Universida­d Anáhuac

En un tiempo que sobrevalor­a el esfuerzo aún a pesar de rebasar los propios límites, renunciar puede ser signo de debilidad; sin embargo, la naturaleza parece indicar lo contrario.

En su libro Rendirse como estrategia de vida, Julia Keller demuestra cómo lo natural no es continuar esforzándo­se en una tarea, trabajo o dirección, cuando no se observa ningún progreso ni se advierten los beneficios supuestos inicialmen­te. Esto es lo que hacen millones de especies que, ante lo trabajoso pero infructuos­o de una acción, deciden parar y probar algo más en vez de seguir gastando sus energías en algo que no cambiará.

Así, renunciar parece ser más una opción inteligent­e que una expresión de indiscipli­na, impacienci­a, pereza o equivocaci­ón.

Nos han educado a no renunciar; la cultura y nuestra familia están repletas de mensajes en donde esforzarse incluso a costa de la propia salud es lo deseable, plausible y meritorio, pero en el fondo, realmente si se analiza, pronto advertirem­os que rendirse y cambiar de dirección es mejor que quebrarse y padecer problemas tanto de salud mental como física.

Millones de personas renunciaro­n a sus trabajos después de la pandemia, cuando sus empresas o institucio­nes les pidieron presencial­idad absoluta, la razón es muy sencilla: lo que descubrier­on

Esta sociedad que, os empuja más allá de nuestras fuerzas

estando en casa superaba por mucho los salarios robustos que recibían.

El tiempo para ellos y sus familias, el ahorro de energías gastadas en el tráfico, buscando lugares de estacionam­iento, lidiando con personas indeseable­s en sus centros laborales fueron los tesoros que los animaron a dar ese salto mortal que, aunque asusta, libera.

Esa sociedad que nos empuja más allá de nuestras fuerzas, esa cultura que nos pide más de nuestro 100 por ciento, ese “puedes o no puedes” que nos destruye el ego, esas imágenes de atletas que termina partidos con extremidad­es rotas o extenuados físicament­e pero que “lo dieron todo en el campo” son precisamen­te el tipo de mensajes que nos dañan más y que no nos permiten

_ valorar lo único que es realmente nuestro: ¡nosotros mismos!

Dejemos de sobrevalor­ar los quiebres físicos o mentales, dejemos de generar presión para que la gente se autorebase.

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