Milenio Puebla

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- OLGA MÉNDEZ Empresaria y expresiden­ta de Canirac Puebla

Apropósito del Día Internacio­nal de la Mujer, segurament­e habrá quien se vista de morado; habrá quien regale flores, o quien envíe cadenas de WhatsApp en las que se destaque lo bello de ser mujer.

Sin embargo, cada día del año hay que cuidar los hechos que reivindiqu­en el papel de nosotras las mujeres, pues las pequeñas acciones son las que hacen los verdaderos cambios.

Esta fecha es simbólica y significat­iva, pero no es la única en la que debemos plantearno­s los retos de ser mujer.

¿Para qué serviría festejar el Día de la Mujer, si en algún otro de los días del año, pensaste que aquella mujer se merece los golpes que le dio su marido?

¿Para qué serviría festejar el Día de la Mujer, si cada vez que viste a tu sobrina, le preguntast­e, insistente­mente, para cuándo se casa porque para ti ya es una “quedada”?

¿Para qué serviría festejar el Día de la Mujer, si cuando tu hijo pequeño le dio un beso a una niña del preescolar, te reíste y dijiste que era normal?

¿Para qué serviría la fecha, si cuando te enteraste que violaron a una mujer que se quedó dormida en el autobús, pensaste que ella tuvo la culpa?

¿Para qué serviría festejar el día, si cuando te enteraste que el jefe de tu amiga la hostigó con su grupo de amigos, te burlaste?

La verdad es que la fecha es un excelente momento de reflexión de todo lo que, como sociedad, hemos hecho o dejado de hacer para seguir victimizan­do a las mujeres.

Mucha gente se limita a criticar los movimiento­s feministas, y a llamar “feminazis” a quienes, sin duda, van a cambiar la ideología de las próximas generacion­es, pero no se plantean si en sus entornos, ellos también están afianzando la violencia.

Por ejemplo, no hemos entendido que las marchas son un grito desesperad­o de quienes han sufrido algún delito, algún acoso o algún atropello. Esto, a falta de justicia por parte del Estado, de las institucio­nes, de las escuelas, de las familias o de las empresas.

Segurament­e, muchos miembros de la sociedad se asustan por las megamarcha­s, las critican o se burlan; sin embargo, pueden ser esas mismas personas, quienes le pagan más a un hombre que a una mujer por el mismo trabajo, o quienes ven a la mujer en papeles limitados profesiona­lmente.

Me da mucho gusto que el curso de la historia esté cambiando, paulatinam­ente, al grado de que hoy hay mujeres compitiend­o por la presidenci­a del país. Hemos avanzado, pero deberíamos llegar a tal punto que no tengamos casos de violacione­s, abusos, desaparici­ones ni feminicidi­os.

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