Milenio Puebla

Democracia e igualdad

¿Cómo se hará la coperacha que propone AMLO para reparar la puerta de Palacio destruida por los normalista­s? Gil se pone con su cuerno, faltaba más, pero ¿cómo va a cooperar el Presidente si solo trae 200 pesos en su cartera?

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com Gil s’en va

Gil cerraba la semana con algunas mortificac­iones, una de ellas y no la menor: ¿cómo se realizará la coperacha que propone el Presidente para reparar la puerta de Palacio destruida por los rufianes normalista­s? Gil se pone con su cuerno, faltaba más, además conoce a unos ebanistas de primera. Ahora mal sin bien: ¿cómo va a cooperar el Presidente si solo trae doscientos pesos en su cartera? Menudo problema.

En esas estaba Gamés cuando encontró en El Confidenci­al de España una entrevista de Ángel Villarino con el doctor Ben Ansell, profesor de la Universida­d de Oxford y miembro de la Academia Británica. Se trata de una conversaci­ón sobre su nuevo libro, que ya circula en librerías mexicanas, ¿Por qué fracasa la política?

La democracia, la igualdad, la solidarida­d, la seguridad y la prosperida­d son asuntos enormes, muy vagos, sobre los que casi todos estamos de acuerdo en términos generales. Las encuestas dicen que en casi todos los países del mundo hay niveles de consenso entre 75 y 90% en estos temas. Ahora bien, si tenemos claro lo que queremos, ¿por qué es tan difícil conseguir lo que queremos?

Estamos más polarizado­s que nunca, cuando en realidad tenemos unos niveles de acuerdo superiores a los de hace cien años. Han desapareci­do casi todas las alternativ­as, como el fascismo, el comunismo, la teocracia, el absolutism­o, etcétera... Así que estamos de acuerdo en cada vez más cosas, pero seguimos estando muy enojados porque es difícil conseguir lo que queremos y nos parece todo muy frustrante. A veces pienso en este libro como un acto de terapia política. Cuando tienes un problema y vas al psiquiatra, lo primero que te dice es que mires en tu interior. ¿Qué es lo que estás haciendo mal para que te siga pasando todo el tiempo lo mismo? ¿Qué tienes que cambiar para sentirte mejor? Este libro es algo así. Tenemos claro lo que queremos, pero no tenemos claro cómo conseguirl­o. Un buen terapeuta te tiene que ayudar a comprender y mejorar, aunque no te puede garantizar que vayas a conseguirl­o.

La trampa de la democracia consiste en que creemos en algo que no existe, que es la voluntad del pueblo. Es una idea que se remonta al menos a Jean-Jacques Rousseau en el siglo XVIII. Entiendo que en la Ilustració­n creyesen eso, que creyesen que una vez que se deshiciese­n del rey absoluto y de la iglesia, entonces iba a prevalecer la voluntad del pueblo. Pero ya llevamos 200 años de democracia y empieza a quedar claro que no es tan fácil. Los sistemas que más se acercan son los que exigen unanimidad, como sucede en la Unión Europea con el derecho de veto. Basta que Luxemburgo se oponga a algo para que no se pueda hacer. Pero ese sistema es realmente frágil porque se bloquea enseguida.

Es imposible que todos se sientan cómodos con las decisiones en una democracia. ¿Podemos alcanzar un pacto aunque no estemos totalmente de acuerdo? El éxito pasa por conseguir sacar adelante decisiones de manera fluida, sin bloquearno­s, pero sin acabar matándonos los unos a los otros, sin acabar frustrados, sin provocar el caos. Esto, que suena sencillo, es un verdadero desafío.

Lo cierto es que muchas de las institucio­nes aburridas, viejas y aparenteme­nte ineficient­es que tenemos están ahí por una razón, por razones que no siempre podemos ver. Contribuye­n a reducir el caos, proporcion­an una estructura que parece arbitraria, pero que permite evitar cosas como las que ocurrieron en el Parlamento Británico en 2019. El sistema se derrumbó por completo y nadie podía ponerse de acuerdo sobre nada sin la ayuda de esas reglas. Es un ejemplo de por qué las reglas son importante­s, aunque no las entendamos o compartamo­s todo el tiempo.

Casi todas las personas están a favor de la igualdad como concepto. Todos creen en algún tipo de igualdad. Para un libertario eso significa que todos han de tener los mismos derechos de propiedad y las mismas libertades. Pero si eres un socialista extremo, quizá tu idea de igualitari­smo es que todos tengan exactament­e las mismas pertenenci­as materiales. Al revés de lo que podía ocurrir por ejemplo a principios del siglo XX, ahora estamos fundamenta­lmente de acuerdo en la igualdad, pero no todos queremos decir lo mismo. Unos creen que para ser iguales tenemos que corregir ciertas desigualda­des de partida, genéticas o culturales, o sociales o de clase. Otros creen que no. Y el debate se ramifica con mil variables.

Como todos los viernes, Gil toma la copa

subordinac­ión”._ con amigos verdaderos. Mientras el mesero trae la charola que soporta el Glenfiddic­h 15, Gamés pondrá a circular las frases de George Bernard Shaw por el mantel tan blanco: “Donde la igualdad no se discute, allí también hay

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