Prometer y, encima, con dinero ajeno
Una cadena de supermercados te ofrece aceite de cocina, digamos, a mitad de precio. Pues, vas y compras ese artículo allí. O, también, una compañía de telefonía celular te avisa que los gigabytes que consumes te costarán mucho menos que lo que te están cobrando tus proveedores de siempre. Muy sencillo: al concluir la vigencia de tu contrato te cambias a esa empresa.
Veamos, a su vez, lo que ocurre en el ámbito de las ofertas del populismo. Un candidato les promete a los consumidores —perdón, a los votantes— que si lo eligen presidente de la nación ya no van a pagar cuota alguna al cursar estudios universitarios. Clases gratis, sea. Es un ofrecimiento de lo más tentador, sin duda. Pero no se queda ahí la cosa: pregona que a todos los habitantes del territorio patrio, a todos sin excepción, les va a procurar una paga mensual cuando hayan cumplido 57 primaveras. ¡Qué compromiso tan magnífico, señoras y señores!
No es el único competidor, sin embargo, y como el aspirante de enfrente puede también ofertar abundancias, redobla las apuestas y anuncia que su Gobierno va a garantizarles a los ciudadanos servicios universales de salud y medicamentos de última generación. Y, de pasada, notifica que las tarifas de la electricidad que revende el Estado no subirán.
Muy bien, ya establecimos una suerte de paralelo entre las tentaciones
El político no está publicitando otra cosa que una promesa
que despiertan los mercaderes y el canto de sirenas que entonan los políticos populistas en campaña. En el primer caso, con todo, quien rebaja los precios de un artículo o de un servicio lo hace porque ha calculado primeramente los beneficios que podrá obtener, a pesar de reducir los márgenes, y una vez realizados estos recuentos, buscará a alguien que le pueda surtir los insumos que necesita a un precio menor.
El político, por el contrario, no está publicitando otra cosa que una promesa (eso, para empezar, porque ya luego se verá, a diferencia del comerciante, si cumple con las garantías que cacarea en la propaganda electoral no existiendo, encima, ningún contrato de por medio). Pero, por si fuera poco, pretende
_ vender algo que no es suyo. ¡Todo lo que ofrece lo pagan los contribuyentes de su bolsillo!
Falta lo peor, amables lectores: nos dejamos engatusar gustosamente por tan fraudulentas prácticas.