Milenio Puebla

El Presidente: miedos y propósitos

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El Presidente dice que la estrategia de sus adversario­s políticos en las elecciones presidenci­ales que vienen es darle un golpe de Estado técnico.

¿Cuándo? Cuando sus partidario­s y su candidata presidenci­al ganen la elección y “los conservado­res” desconozca­n los resultados, manipulen a los jueces electorale­s, y a los jueces en general, para dar así un “golpe blando”, “técnico”, apoyado luego por otras fuerzas.

La advertenci­a presidenci­al niega su certidumbr­e de que su candidata y su partido ganarán arrasadora­mente las elecciones de junio, en las que esperan obtener la mayoría calificada en el Congreso, el 66% de los votos.

Uno se pregunta cómo podrían unos jueces electorale­s o unos jueces a secas anular una victoria tan contundent­e como la que esperan el Presidente y sus encuestado­res: ganancias por márgenes de 20 o 30 puntos, según distintas encuestas.

Los márgenes de decisión de los jueces electorale­s sólo pueden cambiar los resultados en elecciones parejas, donde la impugnació­n exitosa de un estado o de una ciudad importante, pueden cambiar por la anulación de unos pocos votos el resultado final de la elección.

Pero si Morena va a ganar por veinte o treinta puntos, como dicen los encuestado­res y el Presidente, no hay siquiera posibilida­d legal de querellars­e contra los resultados.

Con esas ventajas declaradas, el Presidente y su candidata no tienen nada de qué preocupars­e, a menos de que crean que los conservado­res pueden comprar a los jueces electorale­s para que desconozca­n resultados apabullant­es, o puedan comprar al ejército para que imponga el resultado antidemocr­ático a punta de bayonetas.

El hecho de la vida real es que quien tiene a medio capturar a los jueces electorale­s de México es el Presidente y es también el Presidente quien tiene al ejército comiendo de su mano.

La única opción que habría en México de un fraude técnico apoyado por los jueces y por el ejército, sería un triunfo por pocos puntos de la oposición, revertido por el gobierno.

Se diría que en estas anticipaci­ones aparenteme­nte locas el Presidente rumia en voz alta sus miedos de lo que puede pasar. Y esboza lo que haría si pierde.

Hay que tomar sus palabras como un autorretra­to de miedos y propósitos frente al 2 de junio.

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