Milenio Puebla

Carnívoros

- JOSÉ LUIS DURÁN KING

Se llama vorarefili­a y, de acuerdo con el especialis­ta Gustavo Daniel Martínez Hernández, doctor en neurocienc­ias y salud mental, “es una parafilia que se caracteriz­a por un deseo y práctica sexual que consiste en el anhelo erótico por comer o ser comido por otra persona o animal”. A diferencia de la vorarefili­a, el canibalism­o es, simplement­e, el acto de alimentars­e de miembros de la propia especie.

Entre los asesinos caníbales destacan Albert Fish, quien contaba que había violado y asesinado a más de un centenar de niños. El caso de la menor Grace Budd no fue invención: la raptó en mayo de 1928 para después cocinarla y devorarla en un lapso de nueve días.

Otro caníbal que destaca en la historia criminal del mundo es el soviético Andréi Chikatilo, un hombre con problemas de erección que solo alcanzaba

la eyaculació­n a través del asesinato. A varias de sus 53 víctimas, devoró lo que él denominaba “sus partes blandas”.

Y, por supuesto, Jeffrey Dahmer, quien acabó con la vida de 17 hombres y adolescent­es. La noticia de que la policía encontró pedacería de brazos, hígados y una cabeza humana en el refrigerad­or del taciturno individuo dejó sin conciliar el sueño a gran parte de la Unión Americana.

En el apartado de la vorarefili­a, el episodio más depurado de esta parafilia lo representa el japonés Issei Sagawa, un individuo inquieto que se matriculó en la materia de literatura comparada en la Sorbona de París.

Ahí trabó amistad con la estudiante holandesa Renée Hartevelt, la cual nunca se involucró sentimenta­lmente con el hombre oriental.

La tarde del 11 de junio de 1981, en el departamen­to de Sagawa, este asesinó de un balazo en el cuello a la estudiante de 25 años. Para esconder el cuerpo y sacarlo de su departamen­to, el japonés pensó que lo mejor era devorarla.

“Descubrí que (la carne humana) tenía un sabor agradable, dulce y delicado. La carne se deshacía en mi boca, como el sushi”, explicó.

Sagawa justificó su conducta de la manera siguiente: “Mi gesto fue un acto de amor. De aquella manera conseguí tener a Renée dentro de mí para siempre”.

Issei Sagawa fue condenado a solo dos años de prisión. Al lograr su libertad, el hombre rehizo su vida en Japón. Ahora dice ser escritor y actúa en películas pornográfi­cas.

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