Milenio Puebla

Una consulta popular

- DAVID BADILLO

AEl Guadalajar­a ya no puede competir y su feligresía se debate entre tradición y frustració­n

maury Vergara ha invertido una fortuna en el Guadalajar­a, porque tiene una responsabi­lidad moral que heredó de su padre: llevar las riendas de la máxima tradición del futbol mexicano. Jorge Vergara cuando compró al Guadalajar­a en 2002, nunca escatimó nada y construyó uno de los mejores estadios del continente. Murió muy joven, su hijo tuvo que entrar al quite y aunque ya ganó un título de liga, otro de la Concacaf y uno más de copa, la grandeza de las Chivas reclama mucho más para sus vitrinas.

En una muestra de congruenci­a y respeto, Vergara ha cerrado la puerta a los extranjero­s en su club. Estoy de acuerdo con él, si el Guadalajar­a rompe su tradición, se acabó todo. Le podrían llamar club Unión o el Zapopan, pero ya no serían las Chivas Rayadas del Guadalajar­a.

Salir por peteneras de los temas peliagudos y no entrar al trapo, se ha convertido en un arte demagogo durante los últimos años. “Ni con Dios, ni con el diablo”… ¡para qué compromete­rnos e incurrir en lo “políticame­nte incorrecto”!, si podemos hacer una consulta popular.

Con el Club Deportivo Guadalajar­a valdría la pena plantear algo así, porque la debacle del conjunto más mexicano de todos, abre por enésima ocasión el debate sobre la mexicanida­d del chiverío y el apego a la esencia de un equipo que no permite jugadores extranjero­s en sus filas. Al parecer la mayoría de sus partidario­s votarían por la continuida­d de la tradición, los más fundamenta­listas se han resistido históricam­ente a siquiera considerar la posibilida­d de un reglamento más laxo respecto a la política mexicanist­a del equipo más popular de nuestro balompié. Empero, ya no son pocas las voces de chivaherma­nos que, ante la frustració­n constante, se plantean si valdría la pena cruzar esa frontera y aprovechar el poderío económico del club para hacer lo mismo que los demás.

La tradición nacionalis­ta del Guadalajar­a es un paradigma sagrado, los doce campeonato­s del equipo, que durante muchas décadas fue el máximo ganador de ligas, se lograron sin la necesidad de ir por jugadores del extranjero.

Esa dinámica que erigió al Guadalajar­a como el equipo más importante y lo llevó a alzar la señera del referente de nuestro balompié, hoy es prácticame­nte imposible. No solo por el hándicap de competir ante chequeras igual o hasta más robustas que tienen abierto el mercado extranjero, sino por la competenci­a que existe de otras organizaci­ones que captan tanto, o más, talento mexicano, y que aparenteme­nte han sabido pulir mucho mejor las joyas con las que cuentan.

El principal ejemplo es el Pachuca, ahora los Tuzos son una oferta que muchas veces seduce con mayor facilidad a los jóvenes y a los padres de esos jóvenes, que ven en sus hijos al alter ego de

_ sus pretension­es de trascenden­cia, sobre todo, económicas.

Mientras tanto, si el Guadalajar­a ya no puede competir y su feligresía se debate entre tradición y frustració­n, o herejía y satisfacci­ón: ¡que hagan una consulta popular!

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