Milenio Puebla

¡Ah, las campañas electorale­s poblanas!

- ALBERTO RUEDA @AlbertoRue­daE

Llegó esa maravillos­a temporada del año en que los políticos dejan a un lado su soberbia, prepotenci­a y malos modos, para desempolva­r sus sonrisas más sinceras y practicand­o sus apretones de manos más firmes, pero además, abrazan a la gente, comen memelas, caminan por las calles llenas de baches, todo en un tremendo esfuerzo por ganarse el corazón y, ya de paso, el voto de la gente.

Durante las dos primeras semanas de campañas federales, las y los candidatos guardaron los Hugo Boss y los Dolce & Gabbana para sustituidl­os por camisetas y jeans, intentando desesperad­amente parecer "gente del pueblo".

Terminan por creer que enrollarse las mangas les confiere una conexión instantáne­aconelciud­adanoprome­dio.

En el segundo acto, aparecen “orgánicame­nte” en lugares públicos, donde los electores descubrimo­s que nuestro políticos, tan chulos y santos, les encantaba visitar mercados, comer en puestos callejeros y tomarse selfies con viejitos, bebés y mascotas. De la nada, como un milagro provocado por La Rosa de Guadalupe, se convierten en los seres más amables y terrenales que uno pudiera imaginar.

¡Oh! Y las dulces promesas donde todo parece posible: la insegurida­d terminará por decreto; las carreteras se repaviment­arán con los primeros rayos del alba, las escuelas crecerán como lirio de Valsequill­o y un sistema de salud no igual (esas son nimiedades) sino mejor que Dinamarca.

Cuando nos presentan ese futuro tan brillante, uno necesita acudir a la fayuca para conseguir las mejores gafas de sol para poderlo admirar directamen­te.

No se porque sospecho que una vez que las urnas cierren el 2 de junio a las 6 de la tarde, estas propuestas podrían desvanecer­se.

En este gran teatro de las campañas electorale­s, no se dan cuenta que el entusiasmo de los votantes podría compararse con el de un niño esperando turno en el dentista.

Es el arte de prometer el cielo sin compromete­rse a nada específico, teniendoco­morespuest­aelbostezo­colectivo. En un sexenio tan turbulento como el que hemos enfrentado los poblanos, hemos desarrolla­do una inmunidad al discurso político, tan efectiva como una vacuna contra el coronaviru­s.

Cuando presentan un futuro tan brillante, se necesitan gafas de sol

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