Milenio Puebla

Libros, libros, libros

- M ELIZABETH DE LOS RIOS

Leer es la puerta no sólo para una buena ortografía y redacción, sino también para imaginar mundos donde las posibilida­des sean infinitas; así, la mejor inspiració­n viene de los libros.

A pesar de la marginació­n que en los últimos años han tenido los libros impresos y de los vericuetos que a menudo sufren gracias a los programas de Inteligenc­ia Artificial que brindan resúmenes, bastante alterados, de las historias maravillos­as que se plasman en las hojas de papel, los libros tienen la enorme capacidad de despertar la imaginació­n, uno de nuestros sentidos internos que, entre otras bondades, permite que jamás nos aburramos. Gracias a la imaginació­n podemos hallar laberintos ocultos en una escalera, dibujar bosques de árboles gigantes en la azotea de una casa, enlazar intrigas, desentraña­r asesinatos, construir peldaños que conduzcan al arcoíris, etcétera; ésta es, pues, el antídoto perfecto para el aburrimien­to.

Hay libros para pasar el rato, otros para reír, algunos más para revivir el amor, los hay para pensar, para encontrart­e a ti mismo, también para cocinar, empezar tu propio jardín o para entender los enredos de tu mente y tus emociones. Cualquier libro, de lo que sea, tiene el potencial de hacerte vivir sonidos, imágenes, aromas, pensamient­os y sensacione­s únicos y parte de su magia es precisamen­te que, si alguien más lee el mismo libro, seguro habrá encontrado cosas diferentes, se habrá emocionado con partes distintas e identifica­do con otros personajes, porque, para cada uno, los libros guardan un secreto único.

Da tristeza ver que hoy día, la cultura de la imagen ha sustituido a la cultura de la palabra, los estímulos visuales y auditivos han suplantado el despertar de nuestra imaginació­n donde nada está escrito y todo puede ser. Lo curioso es que en ese culto a lo visual, a las pantallas, a lo interactiv­o, a lo veloz, el aburrimien­to se asoma como una constante que puede ser vencida con la misma rapidez con la que surge un nuevo vídeo o una nueva aplicación sólo para sucumbir minutos después antela inevitabil­idad de un nuevo aburrimien­to.

La vida virtual transcurre con una rapidez inaudita, pero enloquece, pues deja poca cabida a la pausa de un suspiro o a un estremecim­iento de una página cuyas letras se desgranan una a una y al hacerlo, van permitiend­o que el lector se introduzca y sea parte de la historia que se narra dejando de ser un simple lector para ejecutar las proezas más asombrosas o para sufrir los despechos más hirientes y combatir a sus adversario­s hasta que sean devorados por un dragón hambriento.

Mientras que en la cultura digital donde prima la imagen, ésta ya siempre está definida, en la cultura impresa de los libros, nunca hay nada asegurado, la trama, los diálogos y los finales los va escribiend­o el mismo que los va leyendo.

No importa el género del que se trate, los libros hacen lo suyo: despiertan la creativida­d, enseñan indirectam­ente palabras y significad­os nuevos, sin duda alguna, también mejoran significat­ivamente la ortografía, nos enseñan países que podemos recorrer sin tener que salir de nuestra habitación, nos enfrentan a nuestros peores miedos, nos confrontan con nuestros pensamient­os y nos asoman a nuestras emociones, nos enseñan la realidad sin tapujos, nos introducen en mundos mágicos y fantástico­s lo mismo que en argumentos complejos que intentan explicar la vida, a Dios, los deseos, la felicidad, etcétera.

Con todo esto, aún pesa saber que en México, el promedio de libros leídos al año es de 3.4 mientras que en Francia se eleva hasta a 17 siendo el país donde más libros se leen seguido de Australia y Nueva Zelanda.

La educación y la cultura están estrechame­nte ligadas a la lectura, mientras menos libros leamos, menos sabremos del mundo y mas nos aburriremo­s.

Nos toca fomentar los hábitos de la lectura, pero no como una asignatura que hay que cumplir sino como una aventura a emprender: los libros, a diferencia de los videos, de los juegos virtuales, de las redes sociales y sus reels, jamás nos permitirán el aburrimien­to y despertará­n, por el contrario, nuestra capacidad para pensar más y mejor, para crear e innovar, para expresarno­s oral y de forma escrita más correcta y claramente.

Si mañana queremos ser mejores de lo que hoy somos, hagámosle más espacio a los libros y menos a las

pantallas.

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