Una novela profética
Cuenta Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) que en el lejano 1995 aprendió una de las primeras cosas del oficio de escritor: que los libros de cuentos no venden. Una verdad que le desveló en persona el mismo Gian Arturo Ferrari, entonces cabeza del gigante editorial Mondadori. “Eso no te deja una lira”, le dijo aquel hombre que lo había citado en sus oficinas para recomprarle su primera novela, Branchie, publicada antes con modesto éxito en el sello Ediesse.
Desde entonces Ammaniti ha tejido una exitosa carrera como narrador de grande aliento y de ahí que no será sino hasta 2012 cuando se anime a recoger su obra breve en un volumen titulado Il momento è delicato (Einaudi), que de hecho incluye dos relatos a cuatro manos, uno titulado “¿Jugamos?” y otro “Sé mi tesoro”, ambos con la colaboración de Antonio Manzini.
Solo tres años después, ya con una carrera consagrada, el autor sorprendió con una novela tan distópica como profética, Anna, publicada en español por Anagrama en su colección Panorama de narrativas en 2016, en la que Ammaniti acomete las cuitas de una chica de 14 años, su hermano Astor, un perro “asesino” que cambia tres veces de nombre (Pánfilo, Manson, Mimoso) y un joven seductor de la adolescente en medio de una pandemia que ha matado a medio mundo.
El timing de Ammaniti es indiscutible a partir de la peste del coronavirus que solo cuatro años después azotará el planeta. Destrucción de la infraestructura, expansión territorial de los animales, sociedades zombis y líderes mesiánicos asisten a esta polifonía cuya peculiaridad reside en que el mal, La Roja, como la llaman, solo afecta a los adultos, por lo que la gente se las ingenia para inventar historias de eventuales remedios y sacar provecho.
Los niños incuban este virus originado
_ en Bélgica, sí, pero no mueren. El periplo comienza en Sicilia, con escalas en Palermo y Messina. A su paso hay hordas de chicos, salvajes unos, presas otros, víctimas de un nuevo orden que a cada paso se torna en un caótico fresco de El Bosco con figuras de Goya y un nombre: pandemia.
El timing de Ammaniti es indiscutible a partir de la peste del coronavirus