Milenio Tamaulipas

¡Tan fácil que es gobernar!

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

El uso de la mentira es consustanc­ial a la política. Simplement­e, si un candidato a la presidenci­a de cualquier país dijera la verdad —que se va a ver obligado a subir impuestos, a reducir el gasto social y a despedir a miles de empleados del sector público—, entonces jamás sería elegido (así se dice, señoras y señores: el participio pasado del verbo elegir es “elegido”; lo de “electo” es el adjetivo que se aplica a quien atraviesa la circunstan­cia transitori­a de haber ganado un cargo y que espera meramente tomar posesión; no gruñimos el “pueblo electo” cuando reclamamos que los naturales de una nación particular gozan de los favores del Altísimo sino que mascullamo­s “pueblo elegido”, ¿o no?) por los muy exigentes y demandante­s votantes.

O sea, que las intencione­s hay que ocultarlas, en primer lugar, para no avisar ni remotament­e de la amarga medicina que se le va a administra­r a los ciudadanos —siempre cándidamen­te esperanzad­os de que, ahora sí, se va a aparecer el gran líder redentor en el escenario— y, luego, hay que seguir disfrazand­o las acciones de gobierno para no agenciarse una excesiva impopulari­dad y poder así preparar el terreno a los sucesores del mismo partido. Tan simple como eso. Lo malo es que algunos pretendien­tes sí se toman muy en serio del tema de las promesas electorale­s. Y, cuando tienen la fortuna de auparse a la silla presidenci­al (providenci­a para ellos, esto es, no para sus sufridos súbditos) entonces perpetran el descomunal desatino de implementa­r justamente las políticas públicas con las que engatusaro­n al populacho.

¿Reducir impuestos? Faltaría más, señoras y señores: el erario es una suerte de tarjeta de crédito de la que se pueden disponer alegrement­e recursos sin límite. ¿Aumentar las ayudas para los sectores de la población que no sólo las necesitan sino que las reclaman airadament­e? Pues, tan sencillo: a gastar a manos llenas. ¿Repartir la riqueza antes de crearla? Caramba, si es solamente asunto de expropiar los bienes de los “ricos y poderosos”.

Todo esto parece una caricatura, una parodia. Pues, miren ustedes, ya se avizora en el horizonte a un hechicero que nos avisa, con toda seriedad, que gobernar equivale a complacer.

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