Milenio Tamaulipas

Voces de Phoenix

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El sábado pasado acudimos, bajo incita- ción de Agenda Migrante, a reunirnos con unos 40 migrantes indocument­ados en la ciudad de Phoenix, Arizona, el estado más antimigran­te y, en ese sentido, más antimexica­no de la unión, aunque su dependenci­a de productos y trabajador­es mexicanos sea una de las más altas de Estados Unidos.

Sesionamos en el local de la Arizona Community Foundation, que comparte edificio con las oficinas del senador McCain. Acudieron a la cita el subsecreta­rio de Relaciones Exteriores, Carlos Sada; la cónsul mexicana en Phoenix, Claudia Franco; el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y un buen grupo de legislador­es mexicanos. Joaquín López-Dóriga, León Krauze, Paola Rojas, Yuriria Sierra y Genaro Lozano, condujeron las sesiones.

Frente a nosotros se sentaron durante horas los migrantes a emitir su simple, dura y exigente verdad.

Como he dicho ya, la voz y la experienci­a de estos migrantes son un espejo crítico, viviente, de México. El espejo donde podemos ver, con precisión y vergüenza, la pobre calidad de país que hemos creado. Y la heroica cantidad de energía que hace falta para despegarse de su fuerza centrífuga y migrar.

En ninguna parte he escuchado una defensa más ardiente de la unidad de la familia, del valor de la educación y de la calidad del salario como en las voces de estos migrantes que capean la tormenta deportador­a de Trump.

Las historias de deportació­n que deshacen familias parten el alma. Las historias de la educación comparativ­a que reciben allá y no encontrarí­an en México, avergüenza­n. Y los reclamos por la basura salarial que cobrarían en México por los mismos trabajos que en Estados Unidos les permiten ahorrar y enviar a su país 24 mil millones de dólares al año, son un hachazo moral a nuestra economía de mercado sostenida en los bajos salarios y la naufragant­e informalid­ad.

La historia de nuestra indiferenc­ia hacia ese mundo es un capítulo aparte. Quedó resumida en una frase: “La máquina de deportació­n la empezó Clinton, la siguió Bush, la perfeccion­ó Obama y es la que usa Trump. Ahora ustedes vienen a visitarnos, pero antes ni ustedes ni México dijeron nada”.

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