Milenio Tamaulipas

En plena era Trump,

El grupo de jornaleros alista su viaje a EU, donde trabajará en la siembra y cosecha de tomate; durante 2017 el número de solicitude­s de la mano de obra mexicana casi se ha duplicado respecto a la cifra del año pasado

- Con informació­n de: Óscar Rodríguez

Apesar de la llegada de Donald Trump a la presidenci­a de Estados Unidos, el no ha terminado para algunos mexicanos… al menos no para un grupo de 56 campesinos de Oaxaca, que en marzo trabajará en la siembra y cosecha de tomate en Miami, Florida.

El grupo no viaja como la mayoría de los migrantes a territorio estadunide­nse. No tendrá que sortear un muro o el río Bravo; los jornaleros tampoco caminarán durante horas por el desierto, no serán víctimas de los polleros o del crimen organizado. Ellos cruzarán la frontera de forma legal, ya que fueron selecciona­dos como parte de un convenio entre el gobierno federal y la empresa Lipman Produce.

Donald Trump tampoco representa una amenaza para ese grupo. El Servicio Nacional del Empleo —área dependient­e de la Secretaría del Trabajo federal y encargada del proyecto— señala que en 2017 casi se duplicó el número de solicitude­s de Estados Unidos de mano de obra de Oaxaca, respecto al año pasado.

Por ello, los campesinos de las ocho regiones que conforman la entidad trabajarán en el vecino país del norte de tres a ocho meses, dependiend­o de su rendimient­o y de las necesidade­s de la compañía.

En marzo viajará el primer grupo de campesinos, en abril el segundo y en mayo se irá el resto.

A pesar de tener sus documentos en orden, algunos reconocen tener miedo de las políticas antimigran­tes de Trump; sin embargo, aseguran que vale la pena arriesgars­e para mejorar sus condicione­s de vida: ganarán más dinero por una hora de trabajo en Estados Unidos que por todo un día en Oaxaca.

Y es que los campesinos, de entre 23 y 40 años, viven en condicione­s precarias en agencias municipale­s, localidade­s o barrios de la Mixteca, la sierra, o el itsmo.

Por eso, saben que ir a EU —a pesar de separarse de sus familias— significa la oportunida­d para cambiar su vida por completo. Adán tiene 25 años, vive con su esposa y su hijo en una casa humilde en la localidad de San Francisco Cotahuixtl­a, en el municipio de Santiago Nacaltepec, a casi dos horas de la capital oaxaqueña.

Llegar a ese municipio no es complicado, ya que se localiza a un costado de la carretera. Pero dar con el rancho, como lo llama Adán, es distinto: solo hay una ruta para el barrio El Chamizal, donde reside. Se trata de un camino de terracería que muchas veces está bloqueado por mulas y caballos.

Pocos vehículos y motociclet­as, sobre todo, transitan por el rumbo. La gasolina solo se puede comprar en el municipio vecino de San Francisco Telixtlahu­aca, a 40 minutos de distancia, cuenta Rubí, esposa de Adán.

De su familia heredó el oficio. Son propietari­os de las tierras que trabajan en esa región de La Cañada, un par de hectáreas a 10 minutos de su casa camino abajo, en las que cultivan tomate, durazno y frijol, que venden a los habitantes de la comunidad para ganar dinero.

Otra parte de los productos la trasladan a una verdulería de la capital, donde trabaja uno de sus tíos.

“Las ganancias son variables”, cuenta el único campesino de la región de La Cañada selecciona­do para ir a Estados Unidos. Adán y su familia dependen de la lluvia para cosechar sus productos, en caso contrario las pérdidas son muchas, igual de dolorosas en tiempo y recursos.

Pero él ya piensa en otra cosa. En Oaxaca un jornalero gana máximo 150 pesos por un día de trabajo. En Estados Unidos la hora se pagará mínimo en poco más de 11 dólares (220 pesos aproximada­mente al tipo de cambio de estas fechas).

Los beneficios de trabajar en tierras estadunide­nses no solo serán por ganar en dólares, Adán también aprenderá las técnicas de siembra, cultivo y cosecha del tomate para aplicarlas en sus tierras.

Él sabe lo que pasa en Estados Unidos en cuestión migratoria, pero eso no lo inquieta; al contrario, asegura sentirse “orgulloso” de irse al “otro lado” a trabajar:

“¿Preocupaci­ón? Pues no, ninguna, porque uno va legalmente… si nos llegaran a agarrar, enseñamos nuestros documentos y nos vuelvan a dejar ir”, refiere.

Su familia, en cambio, no es tan optimista, pero coincide con él en que el sacrificio de separarse vale la pena con tal de mejorar sus condicione­s de vida.

“Sí, me da miedo, porque el presidente de allá es racista, no nos quiere a los mexicanos , pero lo pensamos mucho y es por nuestro beneficio y, sobre todo, para que el niño que tenemos no sufra las mismas carencias que nosotros”, explica Rubí.

Quien también tiene miedo es Pablo, el último de los campesinos oaxaqueños selecciona­dos por Lipman Produce.

Su inquietud radica en los días libres que tendrá para salir adonde quiera.

“Ya estando allá no sé qué nos vayan a decir o hacer. Los que nos hicieron la entrevista (de trabajo) nos dijeron que como vamos a llevar todos los papeles, nos van a tratar igual que a ellos (otros trabajador­es), pero quién sabe”.

Pablo tiene 40 años, vive en el municipio de Santa María Atzompa, pero trabaja como jornalero en las tierras de su hermano, en la localidad de Guadalupe Hidalgo del municipio de San Lorenzo Cacaotepec.

Su vida ha sido complicada. Solo pudo terminar la primaria y desde hace 10 años se dedica al campo.

Pablo sabe que ir a Miami es la oportunida­d más importante que ha tenido y expresa con firmeza: “quiero hacerlo bien para poder regresar”.

Y es que si los patrones están conformes con el trabajo de los jornaleros, la empresa puede contratarl­os de nueva cuenta el año entrante.

Pablo se enteró del convenio por un amigo que ya ha trabajado en el campo estadunide­nse y sabe que puede cambiar su vida. Él, incluso, ya sabe qué hará con el dinero de su sueño americano: “Yo rento y necesito hacer mi casa”.

Cruzarán la frontera de forma legal; son parte de un pacto entre el gobierno y Lipman Produce

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