Milenio Tamaulipas

“Que se veía bien guapa…”

- Susana Moscatel

Digamos que es una muletilla para evitarnos la ya discusión sin fin sobre quién tiene derecho a opinar sobre cómo se ve el prójimo. Supongo que si eres una artista que está posando sobre una alfombra roja no te puedes ni te debes quejar por ello. Más bien, asumo que es un asunto para sentirse halagado y continuar el camino.

Así que no. Cuando lancé el reto en Twitter a mis colegas que cubren espectácul­os para que dejen de decir lo obvio cuando dan notas sobre las más agraciadas celebridad­es en nuestro mundo, la intención nada tenía que ver con las muy importante­s discusione­s sobre feminismo y acoso que hemos visto y vivido constantem­ente los últimos tiempos. Era una petición, una súplica, si quieren, para que dejemos de darle la razón a la gente que asegura que nuestra fuente no tiene el menor valor ni aportación a la sociedad.

La mayoría de las respuestas que obtuve iban por el tenor de: “¿Tendrán la capacidad de hacerlo?”. “No tendrían ya nada que decir” o “Todos viven de la difamación”. Y bueno, ¿qué les digo? Para como se organizó esta industria hace años, es algo difícil poder discutir con algunos de esos argumentos. Sobre todo, porque es cierto, hay una cantidad enorme de casos, sobre todo en los programas de los medios electrónic­os, donde el tema nunca va a ser profundiza­r. Vale. ¿Pero para qué decir lo obvio una y otra vez? ¿Para qué crear un sistema de valores que le da mucha más importanci­a al tiempo que alguien pasó en el cirujano plástico o en la silla de maquillaje, que al personaje que interpreta? ¿La obra que montó? ¿La emoción que capturó y compartió? ¿El mensaje que una gran historia puede dejar?

Claro que no son todos. Pero nos juzgan por igual. Y puedo entender por qué. Es más fácil para todos. El no tener mucho que pensar. El no trabajar nuestros músculos intelectua­les y emocionale­s. ¿Pero se han puesto a pensar en todo lo que nos estamos perdiendo? Del respeto del público, para empezar.

Me parece bastante barato que alguien, por tener un micrófono o una cámara enfrente (y obedecer órdenes) convierta ése en el discurso principal por default. Pero cada quien consumirá lo que considera propio. Eso no es lo que me preocupa. Le dejo el reto a las nuevas generacion­es. Esas que usan YouTube y no un AM o FM para hablarle a millones de personas que decidan si un eterno monólogo de “qué guapa se ve” o “qué bien se ha puesto él” sea lo que predomine. Hay tanto, tanto más en esta hermosa fuente. Está rota, arreglémos­la, ¿no?

¿En serio?

¿Todavía faltan 29 días para el estreno de la quinta temporada de House of Cards?

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