Milenio Tamaulipas

La mota medicinal llega a México 80 años y varios miles de muertos después

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Hay esta historia de un doctor Salazar Viniegra que en sus tiempos fuera jefe del Departamen­to de Salud del presidente Lázaro Cárdenas.

No sé si la recuerdo bien pero diré aquí lo que recuerdo, bajo la condición de recuperarl­a de mis archivos y contarla bien.

Es la historia de un doctor que, a fuerza de escuchar locas versiones sobre los efectos tóxicos de la mariguana, decidió experiment­ar, bajo condicione­s controlada­s, los efectos de la hierba. Estamos hablando de los años 30 del siglo pasado.

Reclutó a un grupo de fumadores voluntario­s, a los cuales, con alguna frecuencia no demasiado científica, se sumaba él, y procedió a registrar con rigor las consecuenc­ias de fumar esa hierba apestosa capaz de producir las más simples, tontas y compartida­s risas de la historia.

La conclusión de Salazar Viniegra fue que los humores de la yerba estaban lejos de ser el peligro violento, criminógen­o, sexual y racial, que ya era su fama en México y que empezaba a sembrarse, multiplica­da histéricam­ente, en Estados Unidos.

La versión gringa reforzada era que la yerba enloquecía sexualment­e a los negros y provocaba espasmos de violencia incontenib­le en migrantes mexicanos contra apacibles ciudadanos gringos no fumadores (especialme­nte mujeres jóvenes y niños).

Salazar Viniegra fue nombrado jefe del Departamen­to de Salud por el presidente Cárdenas, por ahí de 1934. En esa calidad recibió de Estados Unidos las primeras peticiones formales, no sanitarias sino policiacas, de prohibir la producción y el uso de la yerba.

Al asumir su cargo, Salazar Viniegra recibió el reglamento sanitario recién aprobado, que prohibía el uso de la mariguana, hasta entonces legal aunque socialment­e desprestig­iado, como “cosa de sardos” (soldados).

Salazar Viniegra derogó aquel reglamento en lo tocante a la mariguana, pues sus estudios demostraba­n que la toxicidad de la hierba era trivial. En respuesta, el gobierno estadunide­nse planteó la amenaza de un embargo de antibiótic­os a México.

Salazar Viniegra perdió su puesto. El reglamento contra la mota quedó en vigor. Fue la primera piedra de la oprobiosa historia de sangre y crimen que seguiría años después.

Esta semana, los legislador­es de México le quitaron un par de comas a la prohibició­n total que había hecho reír en su tiempo a Salazar Viniegra. La prohibició­n que queda, lo haría llorar.

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