Cráter de Chicxulub
Pérez Cruz, una de las integrantes del grupo científico de la Expedición 234 que hizo al Cráter de Chicxulub el International Ocean Discovery Program, señaló que encuentra en esta investigación de frontera un modelo a seguir para el trabajo oceanográfico.
“En la investigación del Chicxulub hemos participado con instancias internacionales que poseen una infraestructura mayor, que tienen proyectos de colaboración internacional que permiten el financiamiento de este tipo de estructuras flotantes”, señaló.
Reconoció que ese proyecto multiinstitucional se ha convertido en el estandarte a escala nacional de cómo funcionan los consorcios y cómo un grupo multidisciplinario utiliza las plataformas de perforación. “Es un modelo a seguir. El hecho de que la UNAM tenga dos buques oceanográficos nos posiciona, pero tenemos que mantener y proyectar estas herramientas”, dijo la especilista.
Pérez Cruz hará una planeación de dos o tres años para que la funcionalidad de los barcos sea óptima y exista una reingeniería. Y otra a largo plazo (de una a dos décadas) para analizar hacia dónde va la UNAM con estos laboratorios flotantes.
Con publicaciones internacionales y formación de recursos humanos se pretende demostrar que los buques tienen un impacto en la investigación. “Actualmente ambos navegan en altamar. Estamos trabajando, pero queremos hacerlo mejor”, subrayó.