Milenio Tamaulipas

Silicon Valley distribuci­ón del dinero

Plantean empresario­s que si la robótica o la inteligenc­ia artificial desplazará­n empleos, serán necesaria una nueva red de seguridad

- La ciudad alberga a las mayores compañías tecnológic­as. Richard Waters

¿Una solución tecnocráti­ca demasiado simplista a un problema que probableme­nte nunca surja? ¿O un ejemplo de que la industria de tecnología actúa para evitar los efectos adversos que sus innovacion­es pueden tener en la sociedad?

Silicon Valley tomó en serio el concepto del ingreso básico universal (UBI, por su sigla en inglés).

Si bien la idea de utilizar los ingresos fiscales para entregar un subsidio en efectivo garantizad­o a cada adulto —independie­ntemente de la riqueza o de sus ingresos— no es algo nuevo, los empresario­s e inversioni­stas de tecnología se han convertido en sus partidario­s más fervientes. Después de todo, si las tecnología­s como la robótica y la inteligenc­ia artificial harán que muchos tipos de trabajos se vuelvan obsoletos, entonces se necesitará una nueva red de seguridad universal.

Pero incluso los defensores más firmes, como Sam Altman, jefe de la incubadora de startups Y Combinator y patrocinad­or de un programa piloto de UBI, admite que algunos se van a sorprender al ver a ricos inversioni­stas de startups financiand­o experiment­os en ingeniería social. “Entiendo totalmente las críticas”, dijo, cuando se le cuestionó sobre el tema en un evento en San Francisco en abril. Pero agregó: “Creo que es extraño no pensar sobre estos temas”.

De alguna manera, no sorprende que la industria de tecnología adopte el UBI. El concepto tiene muchas cosas en común con otras grandes ideas que se arraigaron en Silicon Valley. Es una respuesta imaginativ­a para un problema percibido, lo que lo convierte en algo para un grupo de personas que a menudo habla sobre cómo van “a cambiar al mundo”: no hay medias tintas.

También cumple con la necesidad de Silicon Valley de desafiar el conocimien­to recibido y transforma­r algunos supuestos antiguos en su cabeza. Evoca un futuro ideal —una sociedad cuyos males se resolverán con respuestas rápidas y audaces— que apela a una mentalidad de ingeniería, pero que es susceptibl­e de que algunos lleguen a considerar­lo simplista.

El UBI es una idea que muchos líderes de tecnología encontraro­n por primera vez en la ciencia ficción, dice Kathryn Myronuk, ex directora de investigac­ión de Singularit­y University, un grupo de expertos de Silicon Valley que tiene el objetivo de inspirar a los ejecutivos de las empresas a enfrentar los desafíos de la humanidad. “El UBI está entre nosotros desde hace décadas en la ciencia ficción, la ciencia ficción es una de las fuerzas motrices de Silicon Valley”. Incluso Star Trek, dice, que inspiró a los emprendedo­res como Altman, tiene algo como el UBI.

Si algunos líderes de la industria están preacondic­ionados a ver el UBI como una solución, tal vez también tengan una mejor posición que la mayoría para ver la inminente necesidad para eso.

Los empresario­s de tecnología suelen ser demasiado optimistas cuando evalúan la rapidez con la que se van a adoptar las nuevas tecnología­s, dice Myronuk. Pero también creen que es inevitable la enorme adopción de la inteligenc­ia artificial y una mayor automatiza­ción. Anticipars­e a los efectos en este momento puede evitar una reacción negativa más adelante.

Lawrence Quill, profesor de ciencias políticas de la Universida­d Estatal de San José, ofrece una explicació­n menos egoísta. Ubica el interés en el UBI por una serie de emociones al tener una mayor conciencia social en una industria que alguna vez encontró que era más fácil distanciar­se de los efectos de su tecnología.

En el actual auge de tecnología, agrega, el centro de gravedad en la innovación cambió de Silicon Valley, una colección de suburbios en el sur de San Francisco, a la ciudad misma, donde abundan las personas sin hogar.

Los ingenieros pueden sentir el compromiso de abordar los problemas sociales en su propia puerta. “Es una postura con menos motivación ideológica, que en vez de eso toma en considerac­ión los asuntos sociales y políticos al igual que los tecnológic­os. Es la clásica postura tecnocráti­ca, pero desde una perspectiv­a corporativ­a”, dice Quill.

Incluso si no existe una fuerte ideología detrás del interés generaliza­do en el UBI —y el libertaria­nismo de Silicon Valley a menudo se exagera— la cultura política local tiene algo que ver con eso.

La idea se ajusta bien con una visión del mundo que reverencia el empoderami­ento individual. De acuerdo con esta actitud, “un ingreso básico transforma a los trabajador­es pobres en emprendedo­res en proceso de surgir”, dice Quill.

Los emprendedo­res que apoyan la idea también se esfuerzan por señalar que no hará nada para limitar la enorme riqueza que se acumula en el mundo de la tecnología donde el ganador se lleva todo.

Altman, por ejemplo, señala que el UBI se diseña para crear un piso, no un techo. “La versión de tecnología del ingreso básico probableme­nte aumente la desigualda­d”, dice Quill. Silicon Valley tiene otra caracterís­tica que contribuye al debate sobre el UBI: los métodos analíticos, la colección de datos y la rápida repetición de ideas necesarias para introducir un sistema como ese son las caracterís­ticas del enfoque local a la innovación.

Y al parecer el proyecto social más visible de Silicon Valley ya está en pruebas utilizando solo esos parámetros.

La versión tecnológic­a del UBI probableme­nte aumente la desigualda­d, opina catedrátic­o La idea “ha estado con nosotros desde hace décadas mediante la ciencia ficción”: experta

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