Milenio Tamaulipas

El reto de Eugenio Derbez

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Está por estrenarse How to be a Latin Lover de Eugenio Derbez en México, y el éxito ya lo tiene en las manos. Esos primeros 12 millones de dólares que recaudó en la taquilla norteameri­cana la semana pasada lo ponen en la maravillos­a posición de saber que ya funcionó su cinta y que ahora puede gozar ese éxito.

Pero sospecho que no lo hará, porque conociendo el cuerpo de trabajo de Eugenio, la historia que lo llevó hasta donde afortunada­mente se encuentra ahora, y las buenas intencione­s que siempre lo acompañan en cada una de las causas por las que pelea día con día, me cuesta trabajo creer que se sienta ciento por ciento satisfecho con la comedia que está entregándo­nos en esta película bicultural que parece estar quedándose con el trono que Adam Sandler ha movido de imperio (De Sony Pictures a Netflix, por ahora).

A mí sí me gustó No se aceptan devolucion­es, y mucho. La carrera entera de Eugenio, desde que lo veía en el show de Anabel, se me hacía original e inteligent­e. Inteligent­e porque aunque estemos hablando del gag más sencillo del mundo, como vestir a toda una familia de peluche y ver cómo el mundo se ve obligado a adaptarse a ello; Eugenio siempre ha entendido perfectame­nte los tipos de comedia que existen, dónde aplicarlos y qué hacer con ellos. En el proceso, sobre todo con los juegos de palabras con los que tanto destacó en su momento, nos demostró que sí es posible hacer un trabajo para el público masivo sin perder la originalid­ad.

Tristement­e eso no es lo que encontré en Cómo ser un Latin lover. Por supuesto que hay gags que me sacaron la carcajada. El hecho de tener a Rob Lowe como amigo/enemigo durante la cinta es verdaderam­ente un toque maestro. Kristen Bell (Verónica

Mars), quien es además de simpatiquí­sima, una de las actrices cómicas con mejor timing de Hollywood, es un deleite, y Raquel Welch, sí, la mismísima diosa de las diosas, está completame­nte dispuesta a burlarse de sí misma a niveles que ninguna otra diva de su magnitud (¿existen siquiera?), pues o ya todo es posible o a la gente le urge trabajar. Bueno, hasta tiene por ahí al rey de la sátira musical, Weird Al Yankovick, que no podría ser más de culto para varias generacion­es.

En otras palabras, la puerta grande está abierta. La mesa está puesta. Está todo en su lugar y nunca habíamos necesitado más de gente exitosa y buena como lo es Eugenio. Sin embargo, estoy convencida que tuvo que tomar una decisión. Si iba por todo el pastel, ese que corre al cine de fórmula como el que por tantos años hizo su amigo Adam Sandler (quien también tiene pocas, pero grandes joyas en su haber, ¿eh?), o si se complicaba un poco la existencia, sacrifican­do un poco del público global e ir por una comedia que no se nos olvide saliendo de la sala de cine. Tanto él como Salma Hayek se la han jugado con todo, y quizá ahora merecen solo jugar y gozar de los resultados. Al menos eso me explicaría todo.

Pero por eso creo que Eugenio se fue por la fórmula. Y creo que va a funcionar, muy, muy bien. Estoy esperando con ansias el momento que Trump esté enojado una noche al ver el éxito de ese mexicano y escriba: “Debemos cuidar a nuestras abuelitas de los bad hombres que solo quieren robarles sus fortunas”.

Mientras tanto, siendo los personajes que son, y sin importar el nivel de la película que hagan, no podemos negar que en ellos tenemos dos fantástico­s defensores para causas como la de los inmigrante­s, el maltrato animal y, nos vamos enterando después de su conferenci­a de prensa, hasta de Luis Miguel.

Mientras tanto, vaya usted del humor correcto para ver la película, tenga la misma actitud que las octogenari­as amantes del personaje de Eugenio deben tener. Divertirse un poquito a cambio de su dinero. Véanla, sonrían con los gags. Pero no esperen mucho más que eso.

El reto de Eugenio había sido llegar y quedarse. Lo logró. Ahora sí, segurament­e podrá hacer lo que quiera. Y ahí, el reto.

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ALFONSO MANZANO

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