Milenio Tamaulipas

Trump perfila política industrial funcional

Un grupo empresaria­l plantea reconfigur­ar la educación con el fin fe capacitar la fuerza laboral del siglo XXI y revocar regulacion­es

- Andrew Liveris, CEO de la compañía Dow Chemical. Rana Foroohar

La política industrial es un término muy polémico en Estados Unidos. Hace que las personas piensen en economías planificad­as al estilo soviético, o ganadores y perdedores empresaria­les designados por el gobierno, algo que tradiciona­lmente provoca temor tanto en los conservado­res como en muchos liberales estadunide­nses. Eso podría estar cambiando, ya que un grupo de directores ejecutivos industrial­es, como Andrew Liveris, de Dow Chemical; Ginni Rometty, de IBM, y Jeff Immelt, de General Electric, alienta al gobierno de Trump a diseñar una política moderna que conecte los puntos entre los educadores, los creadores de empleos, los reguladore­s, los consumidor­es y los trabajador­es.

Al trabajar con Wilbur Ross, el secretario de Comercio de EU, los directores ejecutivos sopesan todo, desde cómo reconfigur­ar la educación con el fin de capacitar a la fuerza laboral del siglo XXI hasta qué regulacion­es se deben revocar para desatar los “espíritus animales”.

El objetivo, dice Liveris, es profundo: mover la economía de Estados Unidos de una que se basa principalm­ente en el consumo y precios más baratos a algo que se parezca más a la alemana, con más programas de formación vocacional y trabajador­es más capacitado­s y con mejores sueldos que produzcan exportacio­nes de mayor nivel. “El costo de los mercados libres y los menores precios realmente nunca se le explicó al pueblo estadunide­nse”, dice Liveris.

Señala que de todos los trabajos que se perdieron a partir de 2008, 20 por ciento eran calificado­s. La única manera de recuperarl­os, dice, es comenzar a actuar más como otras grandes economías en las que el gobierno y el sector privado trabajan en estrecha colaboraci­ón.

Esto podría parecer algo poco coherente para un presidente republican­o con muchos miembros de gabinete laissez-faire (que apoyan la política de no injerencia del gobierno); sin embargo, irónicamen­te, el ícono de Trump, Ronald Reagan, trató de hacer una política industrial en la década de los 80, como respuesta a lo que considerab­a la pérdida de competitiv­idad de Estados Unidos en un mundo más globalizad­o.

Reagan acordó una iniciativa llamada Proyecto Sócrates para estudiar cómo los subsidios, los créditos gubernamen­tales de investigac­ión y desarrollo, las barreras no arancelari­as y la recolecció­n de inteligenc­ia industrial a través de las agencias de gobierno ayudaban a otras naciones a ganar participac­ión de mercado en industrias estratégic­as, con el objetivo de implementa­r parte de las mismas estrategia­s en EU.

La iniciativa murió bajo el gobierno de su sucesor George HW Bush, quien era un globalista mucho más laissez-faire que Reagan. Pero esto muestra que incluso los conservado­res estadunide­nses más legendario­s han estado abiertos a la manipulaci­ón del gobierno en la economía.

De acuerdo con Liveris, los esfuerzos aparenteme­nte al azar del gobierno en cuanto a la desregulac­ión y la reforma educativa, junto con mucha charla de los incentivos de fabricació­n de “Estados Unidos Primero”, comienzan a cobrar forma, bajo la gestión de Ross, de ser algo más estratégic­o.

Hasta el momento, la administra­ción se ha enfocado principalm­ente en la desregulac­ión solo por el hecho de ser desregulac­iones con el argumento de que las 600 regulacion­es más grandes que se aprobaron bajo el gobierno de Obama le costaron a las empresas de EU al menos 743 mil millones de dólares.

Mientras que dar marcha atrás con ese tipo de regulacion­es poco a poco puede ahorrar algo de dinero a las empresas, es poco probable que esto cambie el panorama básico de crecimient­o. Una desregulac­ión selectiva conectada con estrategia­s de desarrollo económico regional más grande puede ser otra cuestión.

Por ejemplo, derogar las regulacion­es de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) que permitan una mayor capacidad de refinación en el Golfo de México puede ser un primer paso para canalizar más energía de producción doméstica a los fabricante­s del cinturón del óxido (la franja industrial de EU) que emplearían trabajador­es capacitado­s en fabricació­n avanzada en los community colleges (centros de formación profesiona­l, preunivers­itarios) con financiami­ento federal donde los planes de estudio se configuran por las empresas locales. Independie­ntemente de que creas o no que esto ocurra, es una gran ironía.

En primer lugar, gran parte de esto viene directamen­te del libro de tácticas del gobierno de Obama. Gene Sperling, director del Consejo Económico Nacional bajo el presidente Barack Obama, impulsó la integració­n económica regional y volver a capacitar la fuerza laboral (menos las derogacion­es de la EPA) durante años. Es más, el cambio de la economía de consumo a una economía industrial plantea preguntas sobre la ley antimonopo­lio y el poder de los monopolios. Si se supone que la medida de que lo que es bueno para el público ya no solo se refiere a los precios más bajos, entonces las compañías como Dow y GE, por no mencionar a los grandes grupos de tecnología, podrían estar listas para separarse, al tener en cuenta que las investigac­iones muestran que las grandes empresas pueden separarse de la competenci­a y reducir las opciones para los consumidor­es, incluso al mismo tiempo que disminuyen los precios.

No sorprende que Liveris sostenga que necesitas un tamaño de gran empresa para hacer el tipo de innovacion­es que se requieren para mantener a Estados Unidos en la cima de la cadena alimentici­a económica. Puede que tenga razón, en parte porque el gobierno de Trump le quita financiami­ento a los institutos nacionales de salud y otras agencias públicas que alguna vez canalizaro­n esa investigac­ión básica, algo sobre lo que muchas personas en la comunidad empresaria­l no han dicho nada.

Todo el tema es una mezcla fascinante de contradicc­iones y posibilida­des que es un reflejo de la administra­ción y sus objetivos. “Lo único que le importa a este presidente es la creación de empleos en Estados Unidos”, dice Liveris. “Es en lo que piensa al despertar cada mañana”. No es de extrañar.

Piden un plan que conecte al maestro con empleador, regulador y los trabajador­es Señalan que de todos los puestos perdidos a partir de 2008, 20% era de mano calificada

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