Milenio Tamaulipas

Hipótesis huachicole­ra

- DÍA CON DÍA HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

No es en los ductos, ni en los pueblos donde se ordeñan los ductos de Pemex, donde hay que empezar la contención de la gran industria ilegal de la huachicole­ría.

Se trata de una red enorme que, entre 2009 y 2016, ha podido chupar y vender unos 14 mil millones de litros de combustibl­e.

No es un volumen que puedan manejar o distribuir grupos de delincuent­es ignorantes de la ingeniería de los ductos ni pueblos que acumulan en sus casas o en sus huertos cantidades inusuales de tinajas, tambos y bidones.

La extracción es asunto de expertos, con instrument­os y válvulas que no se compran en los mercados de hortalizas de la región.

El desplazami­ento de los millones de litros ordeñados supone flotillas de pipas que los llevan, pero no a puntos distantes, sino a la misma red de gasolinerí­as de la zona, en el caso de Puebla una de las más transitada­s del país, pues acoge el caudal de todo lo que va o viene del sur.

La contención del fenómeno ha de empezar identifica­ndo a los núcleos de expertos capaces de perforar los ductos y a la red de gasolinera­s que, siendo franquicia­s de Pemex, se prestan a robarle comprando huachicol.

Tanto los núcleos de expertos como la red de concesiona­rios tienen un origen común, que es la empresa misma.

En ninguna otra parte de México se ha podido aprender hasta ahora lo que hace falta para perforar un ducto y ordeñarlo. En ningún otro lugar se ha podido hasta ahora conseguir la franquicia para una gasolinera.

En ninguna parte, tampoco, se pueden conocer los horarios de flujo de los ductos, las horas convenient­es para perforar sin riesgo de que exploten.

La relativame­nte baja proporción de explosione­s indica una destreza que no puede estar en posesión sino de técnicos o ex técnicos de Pemex, del mismo modo que los horarios de flujos solo pueden obtenerse de la empresa.

Respecto de la complicida­d local con el

huachicol, no hay que buscar mucho. Es una actividad que sucede a la luz del día. Es evidente su presencia para los habitantes de la zona, para las autoridade­s políticas, para las policías municipale­s, estatales, federales y, desde luego, para el Ejército. M

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