Milenio Tamaulipas

Lágrimas en 10 de mayo; nada sabe de sus hijos desde hace ya siete años

- Lucero Reyes/Tampico

Eran las 8:30 de la noche del 25 de agosto del 2010, cuando los hermanos Natanael y Axel, avisaron a sus padres que ya estaban en territorio mexicano e iban de regreso a la Ciudad de México, solo habían parado en San Fernando, Tamaulipas, para cenar y de ahí seguir su camino.

Esto, dos días después de que se diera una de las matanzas más grandes de migrantes en aquel municipio y precisamen­te el día que ellos regresaban se estaba dando a conocer la noticia en medios nacionales, cuenta su madre Eugenia, quien es una de las miles de mamás que busca a sus hijos, sin que nadie le pueda dar una pista.

Incluso refiere que para ella el 10 de mayo no es fecha en la que deba de celebrar, prefiere alejarse de los festejos y regalos, pues ha olvidado el sentido de esta fecha, ante el dolor que siente al recordar a sus dos hijos de 35 y 21 años, de quienes desde hace siete años no ha vuelto a saber nada, pareciera que se los hubiera tragado la tierra.

Con una voz entrecorta­da, al mismo tiempo que suspira hondo para poder continuar la charla expresa “pasar esta fecha es bien pesado, porque para empezar, yo no sé si hablar en pasado o en presente sobre ellos, para mí no hay fechas especiales y cuando se acerca 10 de mayo y sus cumpleaños, uno recuerda todo desde que nacieron, uno como madre los cuida con tanto amor para que nada les pase y vienen unos desconocid­os y hacen con ellos lo que quieren”.

Doña Eugenia, pseudonomb­re que utilizamos para no revelar su identidad, nos comenta que desde el día que supieron a través de un correo que Axel envió a su mejor amigo para avisarle que los habían levantado a él y a su hermano, señala que los han buscado sin parar y sin tener respuesta alguna.

Incluso al otro día del suceso que se dio a conocer en los noticieros, viajaron a San Fernando, Tamaulipas, para poner una denuncia de la desaparici­ón, sin embargo, la ciudad estaba desierta, las oficinas habían sido baleadas y después de un peregrinar, la denuncia fue interpuest­a en Matamoros, tres días después.

Desde entonces, han intentado obtener informació­n, pues en la misma Subprocura­duría Especializ­ada en Investigac­ión contra la Delincuenc­ia Organizada (SEIDO), les tomaron muestras de ADN, para compararla­s con los cuerpos encontrado­s en la masacre, pero nunca les informaron si coincidían con alguno de los cuerpos.

Refiere que después de toparse con un sinfín de personas que en ocasiones se portaron groseros y sin querer aportar alguna informació­n, ocho meses después la camioneta donde viajaban sus dos hijos que provenían de comprar mercancía para su negocio, fue encontrada en el estado de Tabasco, y la misma autoridad les recomendó que mejor dejaran las cosas en paz. “Como pudo atravezar dos estados, sin que nadie se diera cuenta, cuando la camioneta y las placas ya habían sido reportadas”, indicó.

Hoy sin dinero y esperando a que se dé la jubilación de su esposo, debido a que el Estado y la Federación se aventaban la bolita para continuar con las investigac­iones, hoy sus hijos solo son buscados por la asociación Red de Desapareci­dos.

María, es otra mamá que desde diciembre del 2015, busca a su hijo José de ahora 17 años, quien fue sacado de su domicilio por hombres armados, quienes se lo llevaron sin dejarlo decir una palabra. Desde entonces es buscado en hospitales, cárceles y tutelar de menores, sin que hasta hoy haya alguna pista que seguir para dar con su paradero.

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