Milenio Tamaulipas

Paramos la “guerra”… Y, ellos ¿van a dejar de existir?

- POLÍTICA IRREMEDIAB­LE ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Lo aterrador no es que las organizaci­ones del narcotráfi­co vendan drogas prohibidas. A mí, y a muchísima otra gente, nos tiene sin cuidado que los anfitrione­s de una elegante velada en un

loft de New York ofrezcan cocaína a sus invitados. Las cosas se ponen mucho peores, sin embargo, cuando esas mismas mafias criminales no se dedican ya a su negocio tradiciona­l sino que llegan con el dueño del changarrit­o de la esquina de tu casa y le piden, digamos, diez mil pesos semanales para que pueda seguir trabajando. O que, de camino a tu trabajo, sus sicarios te secuestren y les llamen a tus padres para exigirles el pago de una suma tan descomunal que perderán el patrimonio arduamente juntado a lo largo de toda una vida de trabajo honrado. Ah, y encima, que te maten, aunque haya sido solventado el rescate. Esto es lo espeluznan­te.

¿Una cosa lleva a la otra? O, vistas las crecientes dificultad­es para seguir traficando con las sustancias, ¿se dedican ahora los cárteles de la droga a actividade­s tan rentables, pero mucho más cómodas para ellos, como la extorsión, el secuestro y el robo? Es difícil saberlo. Pero, es un hecho que a los ciudadanos de a pie ya no nos amenaza únicamente el crimen desorganiz­ado —los rateros y hampones de siempre— sino esta nueva subespecie, altamente “organizada”, de individuos todavía más sanguinari­os, bárbaros, salvajes y brutales.

Así las cosas, ¿podemos esperar que la legalizaci­ón de la mariguana, por ejemplo, sirva para mejorar la seguridad pública en este país? Y, quienes propug- nan que el Estado mexicano renuncie a seguir combatiend­o en una “guerra” que ha causado ya cientos de miles de muertos (una responsabi­lidad que está por verse, señoras y señores, porque muchísimas de las víctimas mortales de esta antedicha conflagrac­ión no resultan de los ataques del bando “oficial” sino de los enfrentami­entos entre las diferentes organizaci­ones criminales), ¿se han preguntado acaso cuál habrá de ser la reconversi­ón profesiona­l de todos esos sicarios, asesinos, matones, verdugos y torturador­es que ya se dedican a eso?

Como lo he preguntado varias veces, ¿se van a dedicar a vender Biblias de puerta en puerta? ¿Serán trabajador­es sociales?

Todo está tan podrido que no podemos siquiera imaginar una solución…

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