Milenio Tamaulipas

La corrupción en la PF y la masacre de Allende/ I

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Ginger Thompson, ganadora del Pulit- zer, hace algunos años correspons­al de The New York Times en México, ahora con ProPublica, acaba de publicar un reportaje sorprenden­te, una joya del periodismo. Se puede leer completo aquí https://goo.gl/7SAFrR.

Ginger pasó un año en la frontera para indagar la masacre de 2011 en Allende, Coahuila. El brutal ataque de Los Zetas contra una población que terminó con decenas, tal vez cientos de muertos.

En el centro del reportaje está la exploració­n de por qué sucedió la masacre. Con entrevista­s y documentos, Ginger lo descubre y así lo explica: “…lo que pasó en Allende no se originó en México. Comenzó en Estados Unidos, cuando la Administra­ción para el Control de Drogas (DEA) logró un triunfo inesperado. Un agente persuadió a un importante miembro de Los Zetas para que le entregara los números de identifica­ción rastreable­s de los teléfonos celulares que pertenecía­n a dos de los capos más buscados del cartel, Miguel Ángel Treviño y su hermano Omar”.

El zeta que dio los números a la DEA se llama José Vásquez, oriundo de Dallas y uno de los mayores movedores de cocaína en Texas. A Vásquez se los había dado Héctor Moreno, lugartenie­nte de Mario Alfonso Cuéllar, el principal operador de Los Zetas en Coahuila.

“Entonces, la DEA se la jugó. Compartió la informació­n con una unidad de la policía mexicana que, por mucho tiempo, ha tenido problemas con filtracion­es de informació­n, aunque sus miembros habían sido entrenados y aprobados por la DEA. Casi de inmediato, los Treviño se enteraron de que habían sido traicionad­os. Los hermanos planearon vengarse de los presuntos delatores, de sus familias y de cualquiera que tuviera un vínculo remoto con ellos”.

Como escribe Ginger, no fue difícil para los líderes zetas reducir la lista de delatores bajo sospecha, porque muy poca gente tenía acceso a sus números PIN. Y entonces, la venganza comenzó.

“Vásquez, Moreno, Cuéllar y Garza, cuyo rancho familiar fue la escena de muchos de los asesinatos, huyeron a Estados Unidos cuando empezó la masacre y accedieron a cooperar con las fuerzas de la ley estadunide­nses a cambio de clemencia. Los escalofria­ntes reportes de lo que estaba pasando en Allende hicieron que las autoridade­s de Estados Unidos se dieran cuenta de la ira que había desencaden­ado aquella filtración”.

La masacre había iniciado por la corrupción de un agente en una unidad de élite de la Policía Federal.

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