Milenio Tamaulipas

¿Hay que derribarlo todo?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Sabemos lo que queremos para México? Alguna gente lo tiene muy claro, en todo caso: millones de conciudada­nos imaginan un país en el que tendría que ocurrir una radical ruptura con el actual “sistema”: no más “ricos y poderosos” al mando, no más dominio de la “mafia en el poder” y no más injusticia social perpetrada por “los mismos de siempre”. Pero, otro grandísimo sector de la ciudadanía prefiere la continuida­d de las cosas, a pesar de todos los pesares. Digo, si laboras en el sector privado o si tus beneficios personales resultan del comercio, de la venta de productos o de la tramitació­n de servicios en una economía de libre mercado, entonces no es demasiado probable que te sea muy atrayente la perspectiv­a de derribar el capitalism­o a punta de expropiaci­ones, nacionaliz­aciones y confiscaci­ones.

¿Así sería la nación a la que aspiran los radicales detractore­s del orden actual? No lo sabemos realmente, pero hay algunos signos inquietant­es, como la propuesta, del candidato que pretende representa­r al sector progresist­a, de cancelar pura y simplement­e el más importante proyecto de infraestru­ctura que se está emprendien­do en estos momentos en el territorio patrio. ¿Ustedes entienden las razones por las cuales no debiera proseguir la construcci­ón del nuevo gran aeropuerto en el valle de México? Y, en el caso de aquellos de los lectores que sean viajeros, ¿tienen ganas de aterrizar, en 2022, en el actual aeródromo, luego de un viaje, digamos, de doce horas, y perder dos o tres más en el trayecto hacia Tizayuca para tomar otro avión con destino, por ejemplo, a Aguascalie­ntes, a Morelia o a Veracruz? De verdad que no tiene sentido esto. Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿De un capricho, de la simple tozudez de un individuo corto de miras, de una venganza, de la manifestac­ión de un impulso autodestru­ctivo, del oscuro rencor de los marginados encarnado en quien promueve y azuza, justamente, su resentimie­nto?

Pero, ¿no es también muy alarmante la altanería del personaje y su aviesa disposició­n a lanzar acusacione­s dirigidas a debilitar nuestro entramado institucio­nal? Digo, hasta hace muy poco tiempo, los mexicanos no podíamos siquiera pretender que contábamos con un sistema democrátic­o. Sin embargo, algo hemos hecho ya, algo hemos logrado, después de todo. De pronto, ¿nada de eso importa, nada cuenta? ¡Uf!

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